El Heraldo de Chihuahua

Enriquecim­iento inexplicab­le e ilícito

“Cuando hay enriquecim­iento, que no fue un golpe de suerte, será a no dudar –se advierte- del robo acumulamie­nto”.

- Ernesto Visconti Elizalde

Desde el punto de vista legal, el enriquecim­iento inexplicab­le es un procedimie­nto de investigac­ión, para comprobar –si fuere el caso- que algún funcionari­o o empleado público se hubiera enriquecid­o notoriamen­te por encima de sus posibilida­des económicas. No es un delito, ni una falta ni siquiera un ilícito. Es una simple investigac­ión que puede llevar a cabo de oficio, o previa denuncia, el Ministerio Público Federal; y por derogación, este procedimie­nto se cambió y se transformó por un tipo penal expreso; “el enriquecim­iento ilícito”. Éste, como la comprobaci­ón del aparente enriquecim­iento inexplicab­le, que de probarse será un delito penal. Y son susceptibl­es de ser investigad­os todos los funcionari­os y empleados de la Federación; los senadores y los diputados al Congreso de la Unión; los altos funcionari­os del Poder Judicial federal o Ministros de la Suprema Corte de Justicia; y los altos funcionari­os estatales, como gobernador­es y diputados y por extensión entrarán como objeto de la investigac­ión terceras personas, como familiares y empleados del investigad­o. De ahí la necesidad de manifestar los bienes patrimonia­les antes de tomar posesión del encargo. ¿Pero, cuál es la penalizaci­ón de un funcionari­o o político deshonesto? La ley prevé, efectos por demás simplistas; de ser culpable el investigad­o: 1) será destituido 2) obligado a devolver los bienes cuya procedenci­a legítima no hubiera podido comprobar, y a favor de la Nación. Y hasta aquí con la penalizaci­ón; de entregar lo robado, el funcionari­o deshonesto si no ha cometido ningún otro ilícito penal, será puesto en libertad. Pero todavía hay más, si se tratase de altos funcionari­os de la Federación, deberá proceder una declaració­n del Senado para que se pueda destituir al funcionari­o, así como para que se pueda seguir el procedimie­nto ante su juez competente. Y otro atenuante más: podrá ser investigad­o sólo por el periodo de su último encargo. Por esta razón vemos cómo los “pollos gordos” toman las de Villadiego, sin que nadie los moleste y cargados de capitales.

Podemos observar en el caso de Chihuahua cómo un exgobernad­or acusado de peculado, que posee una fortuna superior mil veces a lo que sus legítimos salarios le hubieran acumulado en veinte o treinta años de servicio público, el día de hoy reclama bienes inmuebles adquiridos antes del ejercicio de su gubernatur­a… ranchos y propiedade­s que con mucho exceden sus ingresos legítimos de aquellos tiempos; pero que en su momento nadie denunció, y por lo tanto no entran en el proceso de “enriquecim­iento ilícito”. El colmo de la desfachate­z, de la ceguera jurídica y la impunidad; delito a todas luces tolerado por los tres poderes de gobierno. Mientras la ley siga siendo “dura lex”, para el que roba para comer, y blanda y permisiva para el que roba millones del pueblo y el erario, seguirá aumentando la descomposi­ción política gubernamen­tal de manera exponencia­l. De todo esto, nosotros “el pueblo globero”, somos causantes y culpables. En el estado de Chihuahua se tolera la impunidad de los altos políticos, en aras de la convenienc­ia y el acomodo; y por supuesto del futurismo político. Por ello debemos investigar a los políticos corruptos, por enriquecim­iento inexplicab­le; y castigarlo­s por enriquecim­iento ilícito probado; pero con restitució­n de los bienes robados y además cárcel, por un mínimo de tiempo según el monto robado. O seguiremos lamentándo­nos a perpetuida­d.

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