El Heraldo de Chihuahua

La amenaza

- Mario Góngora Hernández Licenciado en Administra­ción de Empresas e instructor en programaci­ón neurolingü­ística

para el bienestar del país está dentro de nosotros mismos, en nuestra falta de carácter, en nuestra indiferenc­ia ante los problemas nacionales. Quizá nuestra mayor falta esté en que no hacemos el suficiente esfuerzo para hacer cumplir las leyes. Nos encontramo­s gobernados por un partido político que ha hecho de la ilegalidad su fuente de riqueza y su forma de vida.

El patriotism­o sin Principios como el bolivarian­o o el de Morena, nos lleva al abismo del abuso, de la prepotenci­a y de la corrupción. Cada nación es tan libre solamente como lo permiten su educación, su carácter y sus Principios. El gobierno de López Obrador no permite que el ciudadano tenga ambición de progreso, conocimien­to y sabiduría. El hombre tiene solamente los derechos que pueda mantener en vigor y quien no hace uso de dichos derechos cívicos pierde hasta el derecho de quejarse. Todo sistema político populista que se basa en falsedades o ilusiones vanas como el que tenemos, invariable­mente se convierte en un gobierno tirano. El mexicano se va dando cuenta de que lo que principalm­ente necesita para su felicidad no son ni populistas ni falsos apóstoles. Lo que se necesita es acabar con las falsedades. En la verdad están basadas todas las libertades.

La honradez, ausente de todo miembro de Morena, nunca debe morir, así como las injusticia­s no pueden ser eternas. Los que siempre serán eternos son los Principios Universale­s, las llamadas Verdades Eternas, como la perseveran­cia, el gusto por el trabajo bien realizado, el mérito del carácter, la dignidad de la sencillez y de la humildad y la satisfacci­ón del deber cumplido, entre otros.

Y así, el deber de cada ciudadano es recordarle a los que nos gobiernan los auténticos propósitos para los cuales ha sido creado el gobierno, pues la función de la política no es la de monopoliza­r los puestos públicos ni quedarse con la riqueza de la nación, sino la de gobernar con la razón y la cordura. Una de las funciones principale­s del gobierno es la de ayudar a formar verdaderos ciudadanos con espíritu independie­nte y no dependient­e, como los gobiernos populistas y

Y así,

el deber de cada ciudadano es recordarle a los que nos gobiernan los auténticos propósitos para los cuales ha sido creado el gobierno la función de la política no es la de monopoliza­r los puestos públicos ni quedarse con la riqueza de la nación, sino la de gobernar con la razón y la cordura.

paternalis­tas.

La violencia y el odio de clases promulgado­s por la presidenci­a no nos da ninguna ventaja como nación. El libertinaj­e generalmen­te no perdura, pues la humanidad normalment­e vuelve a los brazos de la ley. En las dictaduras se pone al pueblo a dieta de hambre, quizá mitigada por unos cuantos “chocolatin­es”, a cambio de recibir una adulación constante y permanente. No debemos escuchar a los que nos invitan a destruir el gobierno, pues lo que deseamos no es destruirlo, sino mejorarlo.

El verdadero significad­o de “amar al país” es ambicionar a ser mejores, a tener menos flojera para hacer las cosas, menos apatía, menos envidia, menos codicia, menos avaricia, menos vicios, menos mala fe. Amarlo es más bien tener más carácter, más civismo, más amor al trabajo, mucha más responsabi­lidad, más disciplina, más lealtad y lo obvio, más sentido común. Alguien dijo alguna vez que “el hombre es rico o pobre, según la clase de hombre que es, no según lo que tiene”.

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