El dictador
“Vale más ser completamente engañado que desengañado”. Shakespeare
Recordar y no olvidar que México ha padecido dictaduras que han sometido a la población mexicana al capricho personal de sujetos como: Anastasio Bustamante, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y Andrés López. Es característica de todo dictador quebrantar las leyes existentes, crear la división de los habitantes del país, a través de supuestos enemigos y traidores a la patria. Les urge controlar los medios de comunicación a través de la corrupción y del terror. Construir una oposición a quienes se culpa de todos los males de la nación, al referirse a ellos lo hacen con anatemas, burlas, insultos y amenazas. Repetir falacias todos los días para intentar someter la conciencia ciudadana. Utilizar el terror y la violencia para generar el miedo en los habitantes y, sobre todo, promover el “culto a la personalidad”, indispensable para presentarse como el “caudillo” o el “salvador de la patria”, carcomida por la corrupción.
Asonadas, golpes de Estado, supuestas revoluciones, llamados de la divinidad, han sido algunos de los medios antepuestos por los dictadores. En nuestra memoria está inscrita la infame forma en que el embajador Henry Lane Wilson encabezó el golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Francisco Ignacio Madero. Generales porfirianos corruptos, como Manuel Mondragón, apoyaron los homicidios de Madero y Pino Suarez. Utilizaron la faramalla “legaloide” de exigir al presidente Madero renunciara a su cargo de presidente de la república. Con tropas de los golpistas frente a la Cámara de Diputados, para amenazar a los representantes de los mexicanos, se nombró a Pedro Lascuráin presidente de la república, cargo que ostentó sólo 46 minutos, suficientes para nombrar a Victoriano Huerta secretario de Gobernación y renunciar a la presidencia para que Huerta ocupara la presidencia. De inmediato se inició un régimen dictatorial de terror en él que fueron asesinados diputados, el senador por Chiapas Belisario Domínguez y varios periodistas. Centenares de ciudadanos fueron encarcelados y los juicios sumarios estuvieron a la orden del día.
Llega un momento en que los dictadores se sienten seres superiores a quienes tienen sometidos a su régimen represivo y llevan a cabo ataques sistemáticos a las instituciones de los tres poderes, a los organismos autónomos y a toda organización que no se someta a su “poder supremo”. Promueven el fanatismo unipersonal en el culto a su personalidad y convierten sus proclamas demagógicas en dogmas de fe. Se rodean de una cofradía de lacayos que se encargan de adularlos y de protegerlos de las críticas a sus agresivas acciones de gobierno (¿?). Los incondicionales se sienten la “divina envuelta en huevo” y “bordados a mano”, pero no deben olvidar que siempre los cortesanos son competencia para sus muy particulares “aspiraciones”.