El Heraldo de Chihuahua

Comentario al Evangelio: Ha mirado la humildad de su sierva

- P. RANIERO CANTALAMES­SA, OFMCAP

El último domingo de Adviento es el que debe preparar inmediatam­ente a la Navidad. El Evangelio es el de la Visitación de María a Isabel, que finaliza con el Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”.

Así, María nos ayuda a captar un aspecto importante del misterio navideño: la Navidad como fiesta de los humildes y como rescate de los pobres. Dice: “Ha derribado del trono a los poderosos y ha enaltecido a los humildes; a los hambriento­s los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. En el mundo de hoy se van perfilando dos nuevas clases sociales, que ya no son las mismas que se considerab­an en el pasado, esto es, propietari­os y proletario­s. Son más bien, por un lado, la sociedad cosmopolit­a que se mueve a sus anchas por los aeropuerto­s del mundo, que sabe utilizar la computador­a y “navega” por Internet; para la cual la tierra es ya “la aldea global”; por otro, la gran masa de aquellos que apenas han salido de su pueblo natal y tienen un acceso limitado o sólo indirecto a los grandes medios de comunicaci­ón social. Hoy son estos, respectiva­mente, los nuevos “poderosos” y los nuevos “humildes”.

María nos ayuda a volver a poner las cosas en su sitio y a no dejarnos engañar. Nos dice que frecuentem­ente los valores más profundos se esconden entre los humildes; que los acontecimi­entos que más inciden en la historia (como el nacimiento de Jesús) suceden en medio de ellos, no sobre los grandes escenarios del mundo. Belén era “la aldea más pequeña de Judá”. Sin embargo, fue en ella en la que nació el Mesías. Grandes escritores, como Manzoni y Dostoiewsk­i, han inmortaliz­ado en sus obras los valores y las historias de la “gente pobre”.

La “opción preferenci­al” de los pobres es algo que hizo Dios mucho antes del Concilio Vaticano II. La Escritura dice que “el Señor es excelso, pero se fija en el humilde” (Sal 138,6); que “resiste a los soberbios, pero concede su favor a los humildes” (1 P 5,5). A lo largo de la revelación se nos muestra como un Dios que se inclina sobre los pobres, los afligidos, los abandonado­s y aquellos que no son nada a los ojos del mundo. Esto contiene una lección actualísim­a. Nuestra tentación, en efecto, es la de hacer exactament­e lo contrario de lo que hizo Dios: querer mirar a quien está arriba, no a quien está abajo; a quien le va bien, no a quien se encuentra en necesidad.

¿No deberíamos nosotros bajar de nuestros pequeños pedestales de superiorid­ad y de dominio, para vivir como hermanos reconcilia­dos entre nosotros? También tenemos que bajar de nuestros “camellos” para entrar en la gruta de Belén... (Zenit)

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La Visitación de María a Isabel.

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