El Heraldo de Chihuahua

La otra Navidad

- por Arturo Ortega Morán Texto tomado de: De dónde viene. El lado oscuro de las palabras; México: Algarabía EDITORIAL y Lectorum, ACERVO ALGARABÍA, 2013; pp. 108-110.

Nunca se sabrá cuándo fue que la humanidad festejó la primera Navidad, pero sí que fue hace mucho tiempo. Hacía siglos que los hombres habían observado que, progresiva­mente, los días cada vez eran más cortos y las noches más largas. Veían al Sol que, poco a poco, sucumbía ante la embestida de las tinieblas.

Luego llegaba el momento mágico en el que esta estrella luminosa parecía detener su movimiento en el horizonte y, entonces, empezaba la victoria de la luz. El Sol renacía con fuerza renovada y, desde ese momento, el día le ganaba terreno a la noche. Los hombres se llenaban de júbilo y esperanza; después de todo, el Sol era su vida. Y se despertaba­n en ellos nobles sentimient­os que los impulsaban a regalar y «regalarse» a sus semejantes.

El festejo del nacimiento del Sol lo encontramo­s en muchas culturas ancestrale­s a lo largo y ancho del planeta. Los antiguos romanos no fueron la excepción, y al día en que la noche es más larga, cuando esta estrella parece detenerse, lo llamaron «solsticio —‘Sol inmóvil'— de invierno». Esto ocurre alrededor del 21 de diciembre. Tres días después, el 24 del mismo mes a la media noche, celebraban la iesta del Sol

Invictus —‘Sol invencible'.Los romanos festejaban la natividad del Sol el 25 de diciembre con grandes banquetes y coloridas iestas. Todos vivían el nerviosism­o de preparar los regalos y el entusiasmo de recibirlos, ya que éstos eran obligatori­os. En in, ellos disfrutaba­n ese día en un ambiente de iesta, agradecimi­ento, cordialida­d y buenas intencione­s. Cualquier parecido con nuestra Navidad cristiana… no es mera coincidenc­ia. Llegó el cristianis­mo a Europa, y fue hasta el siglo iii que nació la inquietud de celebrar el natalicio de Jesús. Pero ¿qué día nació? El dato no aparece en las Sagradas Escrituras, así que diferentes eruditos echaron sus números y propusiero­n fechas tan diversas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril y el 20 de mayo. El papa Fabián (236-250), mareado por tanta especulaci­ón, pensó que era mejor dejar las cosas como estaban y consideró que ijar la fecha de nacimiento del Mesías era un sacrilegio. Poco caso le hicieron al papa Fabián, ya que la Iglesia oriental, después de sesudos estudios de astrólogos y matemático­s, determinó que Jesús fue cruciicado un 6 de abril. Tenía justo 33 años contados a partir de su concepción, como entonces se hacía. De modo que si el Nazareno fue concebido un 6 de abril, sumando los nueve meses de rigor, concluyero­n que nació un 6 de enero. No acabó ahí la historia. Entre los años 354 y 360, durante el pontiicado de Liberio (352-366), se vio convenient­e ijar el nacimiento de Jesús en la media noche del 24 de diciembre, día en que los romanos celebraban el Natalis Solis Invicti —'Nacimiento del Sol Invencible'—, con clara intención de erradicar el culto pagano. Idea de lo que se vivía en aquellos tiempos, reiere la exhortació­n que San Agustín (354-430) hacía a los creyentes de la época: «No dediquen este día al Sol, sino al Creador del Sol». La Navidad cristiana poco a poco fue ganando terreno, aunque a costa de tener que aceptar sincretism­os con la celebració­n pagana. De ahí el árbol de Navidad, las luces, los regalos, las iestas, las coronas, etcétera. Los paganos, que eran los aldeanos rústicos —el nombre viene de pagus, ‘aldea'—, lógicament­e fueron los últimos en abandonar los antiguos ritos. Por eso, la voz pagano se endureció y se convirtió en palabra oscura para los cristianos. Quizá podamos entender ahora que muchos, aún sin ser cristianos, sienten necesidad de celebrar la Navidad. Más allá del signiicado cristiano y como una herencia de siglos, los hombres reclaman ese momento de renovación, esperanza y alegría. Como ocurría en aquellos tiempos… cuando se celebraba la otra Navidad.

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