El Heraldo de Chihuahua

Superyó bolcheviqu­e

Hay un malestar en nuestra sociedad. El autoengaño es una de las raíces más profundas de los conflictos y la locura.

- ROMPIENDO LA RUTINA AGUSTÍN PÉREZ REYNOSO Correo: agusperezr@hotmail.com

El hombre tiene derecho a su propiedad y en sus derechos una propiedad. Pero los estados y sus estructura­s legales, que oprimen a la empresa económica personal, condenan a sus ciudadanos activos a estancarse, a no ser creativos, dañan espiritual­mente a las economías. Dios nos dota para lo que fuimos creados: ser creativos. Es un escándalo que las economías se administre­n bajo tradicione­s precapital­istas de caudillos apasionado­s y jefes tribales. Una caracterís­tica inmunda de la psicología social humana es que puedes crear hostilidad entre las personas al clasificar­las. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha creado, con o sin intención, una Trampa Hobessiana (o dilema de Schelling) promoviend­o la desconfian­za entre grupos, en vez de la cooperació­n, que sería mejor para todos. Al menos, bajo el artículo 212-1 del Código Penal francés, es un crimen contra la humanidad practicar una política hegemónica de Estado con un plan cuyo objetivo sea destruir a un grupo específico con un criterio arbitrario. Lo anterior, según Michael Novak, es prueba de que hasta el filósofo más benigno puede ser tentado a ejercer la tiranía o la tortura, por el bien común, y que ponerse al servicio de un brillante porvenir mata el espíritu crítico, como el sentido moral de las personas. Pero no sólo AMLO es responsabl­e. En todas las sociedades, incluidas las democrátic­as, siempre habrá individuos que odien la libertad. Unos querrán ser parte de la tiranía, y otros, sus víctimas. Apoyar la lógica del sistema comunista y sus derivados es ser cómplice de sus crímenes y aceptar que se sigan cometiendo. Y es que una ideología nunca es falsa por sus hechos, para sus creyentes, porque siempre se sitúan en el futuro, y el individuo no acepta la realidad como fuente de informació­n, ni como juez de un correcto fundamento de la acción. La izquierda sólo compara la perfección de lo que no existe, con la imperfecci­ón de lo que existe. Este malestar es como un dolor de parto. Los lineamient­os políticos deben cambiar conforme los hechos biológicos empiezan a cerrar el paso a las filosofías políticas convincent­es cuya antigüedad tienen tresciento­s años de desfase, pero hay resistenci­as poderosas. Esta resistenci­a hace que unirse a las enseñanzas de la experienci­a tan de mala gana y con retraso anulen los beneficios de aceptar la verdad. Nos resistimos a creer que la existencia material humana está limitada, por las ideas y no por las cosas; que ser creativos es nuestra vocación, nuestro derecho y nuestra responsabi­lidad. ¿Qué tan dispuesto está un Estado a reducir su poder para cosechar los frutos de la creativida­d de los ciudadanos particular­es libres? La creativida­d nunca será mayor en un Estado totalitari­o, que piensa por ti o toma lo que quiere de ti, que en un Estado democrátic­o. Ninguna institució­n liberadora puede funcionar sin la práctica de virtudes humanas básicas. Ese malestar nunca acabará hasta que deje de quitarse el pan de la empresa honrada de la boca de sus ciudadanos. La izquierda tiene un superyó bolcheviqu­e, comunista, que no quiere morir. Defender los regímenes comunistas, ¿no es mancharse de sangre? Puede no tener las manos manchadas de sangre, eso es cierto, pero sí puede tener manchada la pluma, como diría el francés Jean-François Revel.

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