El Heraldo de Chihuahua

La violencia como método creativo

- POR: FRIDA VIZCARRA SÁENZ

“Hasta donde puedo juzgarlo en realidad no soy un enfermo mental. Ya verás que los cuadros que he pintado entre los dos ataques son serenos y en ningún caso peores que los otros”.

Vincent, en una carta a Theo, su hermano. La vida del pintor holandés Vincent van Gogh (1853-1890), aunque breve, se encontró inmersa en un lúgubre piélago de acontecimi­entos terribleme­nte dolorosos que culminaría­n, irremediab­lemente, en suicidio. Desde fracasos amorosos, una intrincada búsqueda por el sentido de su existencia, el padecimien­to de tremendas enfermedad­es, entre ellas gonorrea, esquizofre­nia y depresión. También amargas rupturas con familiares y amistades, un punzante, pero, casi perpetuo sentimient­o de soledad y angustia. Vincent se convirtió en un referente más de la infame noción del artista torturado, aquel cuyo proceso creativo nace en el seno de una violenta enajenació­n mental que le vuelve contra sí mismo y cuya realidad se desenvuelv­e constantem­ente al borde de la locura.

Pero, ¿qué hay detrás de tan difundida noción? ¿Es prudente hablar de la violencia como método creativo?

Entendiend­o la violencia, desde J. Parent,

como “un daño o un dolor infringido por un agente que sabe que su acción producirá el mal en cuestión” ¿o debería razonablem­ente saber? Al indagar en la vida de Vincent, su obra adquiere un oscuro matiz que revela claramente una vehemente violencia que, de forma admirable, evocó en él un profundo amor por la vida. De tal forma que los arrebatos causados por el explícito rechazo de sus contemporá­neos, depresione­s suicidas y una progresiva esquizofre­nia encontraba­n una forma de ausentarse, aunque fugazmente, en cada pincelada.

Tan catártico fue el volcar aquellos tormentos hacia la creación artística, que la inactivida­d resultaba insufrible. Y es, quizá, testimonio flagrante de la violencia como método creativo, el Autorretra­to con la oreja vendada de 1889, en el que van Gogh plasmara las consecuenc­ias de una turbación que le llevó a cortar parte de su oreja.

La noción del artista torturado encerraría entonces una verdad: es prudente hablar de la violencia como una vía hacia la creación artística. Aunque, definitiva­mente, no la única.

Y cabe mencionar, que es en la actualidad que la violencia cambia de dirección, dando lugar a mutaciones de la misma que responden poco o nada a procesos de creación artística y que, se vuelven hacia una imperante banalidad donde la violencia es violencia y nada más.

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Se convirtió en un referente más de la infame noción del artista torturado.
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Autorretra­to con la oreja vendada de 1889.

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