Con la llegada de la variante Ómicron,
ante el alza en contagios, las hospitalizaciones y muertes por Covid-19 lo mejor es buscar salidas. En mi caso tengo la compañía de mis libros. En soledad platico con ellos, cosa que me reconforta mucho en medio de este caos que no alcanzo a vislumbrar.
Dialogo con Albert Camus y Almudena Grandes. En ocasiones me deleito con el Quijote y acabo de leer Las Gratitudes de Delphine De Vigan, una novela sobre la vejez y las pérdidas, dos temas que, la autora se las arregla para escribir párrafos hermosos para ver con otra óptica tan duro camino.
Mis libros, sus autores, me enseñan que la experiencia es la esencia del conocimiento y esto del virus es lo contrario a lo experimentado y a lo conocido. Es algo nuevo, es algo insólito que me Perturba. Nunca había -o, habíamos-, pasado por algo así. Nunca experimenté esto que veo: las mascarillas, las filas para la vacuna, los cierres masivos de negocios, los antivacunas, los hospitales atestados y los miles de muertos. Y me pregunto: Si el conocimiento lo trae la experiencia ¿Qué tipo de conocimiento puede brotar de esta experiencia?
De niño viví la enorme inequidad de los años sesenta, conocí las más de 400 vecindades de la ciudad de Chihuahua habitadas por miles de personas en completo abandono. Viví la angustia de la poliomielitis, la rabia, la prostitución en el centro de la capital del estado, la suciedad de los arroyos, vi la violencia en toda su brutal realidad con la periódica incursión de la “Brigada Blanca”, y, con todo, más o menos sabíamos lo que había que hacer: ¿Pero esto, la pandemia? ¿Qué es ese peligro que no se oye? ¿Dónde está ese virus mutante, acechante que nos sume en la incertidumbre y el miedo a todo y nada?
Y me cuestiono si el tipo de conocimiento
Ojalá ese nuevo discernimiento cultive la inteligencia crítica entre tanto exceso de información
que surja de esta realidad permitirá reinventarnos mejor y madurar como sociedad, evitando ocultar otras pandemias peligrosísimas como el deterioro de la educación, de la cultura y del conocimiento.
Ojalá ese nuevo discernimiento cultive la inteligencia crítica entre tanto exceso de información; cribe las palabras falsas entre tanta desinformación y rechace el perverso uso político de la situación. Sé que es mucho pedir y que los Reyes Magos no las traerán, pero cabe imaginar que las personas sean capaces de trazarse preguntas bien informadas para saber quién nos dice la verdad, quién nos engaña, quién quiere manipularnos.
De ahí la invitación a estar alerta para que nadie se aproveche de lo agresivo del virus para seguir manteniéndonos en la oscuridad y extender más la deshonestidad.
A estar alerta contra el poder de la desinformación traducido en gran cantidad de personas que aparecen en los hospitales, desesperadamente enfermas de Covid-19 y luchando por respirar, que todavía dicen que es un engaño, y no creen que este sea un virus real que infecta a los humanos y nos enferma, todo en medio de una estela de oscuridad.
Feliz año 2022.