El Heraldo de Chihuahua

Al Presidente

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de la Suprema Corte de Justicia, se le desgastó el discurso. Su compromiso de acabar con la corrupción y reformar al Poder Judicial se esfuma, frente a la realidad de jueces de línea. El aparato se vuelve justiciero, sumiso a los caprichos del emperador de Palacio.

Mientras la sociedad se desespera por la falta de resultados de Tribunales en los que duermen pilas de expediente­s añosos, éstos resuelven casos al vapor, cuando hay intereses creados de por medio. Son tantas las injusticia­s contra ciudadanos inocentes, muchos de los cuales se pudren en una cárcel, sin ni siquiera recibir sentencia, que existe un clamor generaliza­do, con la exigencia de cambio.

Hay casos que escandaliz­an, como el de Rosario Robles. La inquina de un par de juececillo­s de undécima, la mantiene en prisión, cuando tendría que tener su proceso en libertad. Y no es que los mentecatos de marras se manden solos: son individuos de consigna, obedientes a lo que les dictan, carentes de ética y profesiona­lismo. Varios magistrado­s les han llamado la atención por su negativa a liberar a quien sufre en carne propia la venganza del tlatoani.

Un tlatoani que jamás le perdonó su relación con el argentino, Carlos Ahumada, quien hizo públicos los videos de Bejarano, Imaz y demás secuaces corruptos de AMLO, recibiendo billetes. Un tlatoani que se cobra la factura de lo que considere cualquier afrenta en su contra y que está lleno de odio y resentimie­ntos hacia aquellos que, según su peculiar mentalidad, evitaron que llegara a la máxima jefatura nacional, en sus dos campañas previas. Siempre busca culpables de sus fracasos y desastres, antes que reconocer sus errores.

Rosario podría ser culpable de algunos cargos relacionad­os con la Estafa Maestra del Peñanietis­mo, pero tiene derecho a un proceso limpio, apegado a la norma y en libertad. Lo demás, asquerosas revanchas del todopodero­so.

Otra mamarracha­da similar es la denuncia penal que, el mandamás de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez, presentó contra seis consejeros del Instituto Nacional Electoral, por retrasar la Revocación

de Mandato, en tanto no se les ampliara el presupuest­o para hacerlo. La mentada consulta, capricho inaudito del tabasqueño, que costará más de tres mil millones de pesos, va por determinac­ión de la Suprema Corte y del Tribunal Federal Electoral.

Inconcebib­le intentar someter a juicio a quienes actuaron de acuerdo a sus conviccion­es, con la libertad que les da el cargo que ostentan. Un intento, por parte de Gutiérrez, de quedar bien con un AMLO, que le paró los pies, en vista de la estupidez del interfecto. ¡Con semejantes lacayos, innecesari­os los enemigos!

La tercera pifia de pavor es la de la aprehensió­n y encarcelam­iento de José María del Río Virgen, brazo derecho de Ricardo Monreal. Se le acusa en falso del crimen de un compañero de Movimiento Ciudadano, sin una prueba. En este tema, venganza del desgoberna­dor veracruzan­o, Cuitláhuac García, incompeten­te a más no poder, individuo que jamás debió llegar a un cargo que le queda inmenso.

Indignante manipulaci­ón de la justicia, con acusacione­s falsas, maquinando delitos o incumplien­do con las normas de un proceso. Jueces de pacotilla, a los que se debería expulsar de un cargo para el que no tienen ni la ética ni la solvencia moral. A ver si Zaldívar y su Consejo de la Judicatura espabilan y meten al orden a quienes no merecen una toga.

Rosario podría ser culpable de algunos cargos relacionad­os con la Estafa Maestra del Peñanietis­mo, pero tiene derecho a un proceso limpio, apegado a la norma y en libertad. Lo demás, asquerosas revanchas del todopodero­so mandatario.

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