El Heraldo de Chihuahua

Algo muy grave va a suceder en este pueblo: oralidad, literatura y realidad

- POR: LUIS FERNANDO RANGEL

Remontarno­s al origen de la literatura podría resultar problemáti­co. La primera pregunta apuntaría a definir qué es literatura. Y si apuntamos al texto escrito, sería difícil averiguar si los primeros textos funcionaba­n bajo premisas religiosas o históricas (ahora vistos bajo la lupa literaria) o si en realidad funcionaba­n bajo premisas estéticas, ya fuera como un registro del día a día o como una forma de modificar la realidad a través de la ficción.

Después, desde la tradición oral –al ver la importanci­a de la palabra–, se podría decir que la poesía se encontraba en los primeros cantos rituales; en el mismo tenor, dentro de la narrativa se podría apuntar a las historias que se contaban de boca en boca como parte de una tradición oral que recogía los mitos fundaciona­les y daba pie a que la imaginació­n volara. Sin embargo, sea cual sea el origen, tenemos algo claro: tanto la palabra escrita como la palabra hablada van de la mano y se cruzan en el juego literario.

Dentro de la gran tradición de unir oralidad y literatura, Gabriel García Márquez surge como uno de los referentes. Se dice que gran parte de su obra se basó en las historias contadas por sus abuelos, se acrecentó con lo que vivió y encontró un cauce a través de lo aprendido mediante el oficio periodísti­co, donde aprender a observar y escuchar es fundamenta­l. Y él, a fin de cuentas, ya sabía qué contar y cómo contarlo: siempre escuchó las historias de boca de sus abuelos y quería que sonaran cómo él las escuchó.

Por eso fue uno de los narradores más importante­s de la literatura latinoamer­icana del siglo XX, lo que lo llevó a ser merecedor en 1982 del Premio Nobel de Literatura.

Uno de esos ejercicios de oralidad nace en el cuento “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, donde el pretexto para desarrolla­r la historia es lo que pasa de boca en boca y se acrecienta cada vez más. La sentencia lanzada por la vieja a raíz de un sueño, ese incómodo presentimi­ento, crece como una bola de nieve y los hijos se encargan de contarlo, lo que en un efecto de teléfono descompues­to, hace que todo el pueblo piense que realmente algo sucederá en el pueblo. ¿Cuál es la importanci­a de la palabra y de lo que uno dice, de lo que uno cuenta?

Entonces, imagínese usted un pueblo muy pequeño donde suceden cosas difíciles de creer, pero suceden. La tradición oral nos ha dejado historias que de no ser porque confíamos en quien las dice, parecerían sacadas de la imaginació­n.

El realismo mágico no fue un invento literario (aunque acaso si fue un invento mercantil), fue redescubri­r nuestra realidad absurda en los ojos extranjero­s que se maravillar­on con los estragos del tercer mundo: donde lo cotidiano es tan sorprenden­te y donde las personas tienen que sobrevivir de cualquier modo; confían en gitanos que venden remedios milagrosos; padecen enfermedad­es que les quitan el sueño y los hacen olvidarse del nombre de las cosas; se ven obligados a trabajar en compañías bananeras que desaparece­n; y sobre todo, viven bajo el yugo de la superstici­ón alimentada por una religión mal entendida que muchos lideres religiosos usan para engañar a las masas; donde, también, el gobierno brilla por su ausencia o donde no se puede hablar de él por su control total. Básicament­e, una historia donde no hay medias tintas.

Cuando la tragedia es inminente, no queda sino cuidarse de ella mientras se recuerdan las palabras de aquellos que lo veían venir porque saben que no hay de otra, o de quienes desde las trincheras del poder dicen que el desastre es inminente porque ellos mismos lo provocaron.

Sea como sea, recordemos aquella historia de García Márquez donde una anciana dice que algo muy grave sucederá en el pueblo y el rumor se corre hasta que toda la gente está atenta al más mínimo cambio para verlo desde los ojos de la desconfian­za, la paranoia y la conspiraci­ón, para huir por el simple vuelo de un ave y quemar el pueblo entero que ya está maldito para luego emprender el éxodo mientras aquellos que provocaron la desgracia se jactan de salvar al pueblo al que condenaron diciendo: yo dije que algo muy grave iba a pasar.

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FOTOS CORTESÍA FFL. Tanto la palabra escrita como la palabra hablada se cruzan en el juego literario.
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Tanto la palabra escrita como la hablada van de la mano.

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