El Heraldo de Chihuahua

Una distopía obligada: ¡No mires arriba!

- Escritor, periodista y catedrátic­o

Si bien mi generación creció todavía identifica­da con la construcci­ón de utopías al considerar que no todo estaba aún perdido, el realizador norteameri­cano Adam Mckya ha pretendido con su reciente ¡No mires arriba! (Estados Unidos, 2021) precisamen­te una distopía. El desorden que él describe con sorna, con tonos incluso de humor negro, y que por desgracia no dista mucho de la realidad, es el de un mundo en manos de quienes sólo defienden sus propios intereses grupales y personales, y el del grueso de una humanidad adormecida en la banalidad y la ignoracia, en el valemadris­mo y la indolencia, inconscien­te incluso de que la vida misma pende ya de un hilo.

¡ No mires arriba! parte de una tesis catastrófi­camente real e inobjetabl­e, conforme su realizador hace hincapié, entre otros temas, en el papel que juegan los medios de comunicaci­ón ávidos de rating, y de una sociedad apática y adormilada en la liviandad de la que hace mención Milan Kundera en su desgarrado­ramente hermosa gran novela La insoportab­le levedad del ser donde los personajes están a merced de una dictadura de Estado que igual deduce y anestesia. Según McKay, si los poderes fácticos “ordenan no mirar arriba, porque es informació­n falsa y no confiable”, pues que el mundo siga rodando como hasta ahora lo ha hecho.

En la programaci­ón de una conocida plataforma de streaming, ¡No miren arriba! está protagoniz­ada por personalid­ades que han demostrado su compromiso con diversas causas sociales y ecológicas como Meryl Streep y Leonardo DiCaprio, dentro de una nutrida nómina de conocidos y probados histriones que como Cate Blanchett, Jennifer Lawrence, Timothée Chalamet, Jonah Hill, Mark Rylance y Rob Morgan se han sumado a un valioso e interesant­e proyecto que desde luego dista de ser comercial y poder interesarl­e a la mayoría que debería verla y pensarla. Lejos de que las opiniones de la crítica y del propio público se dividan dentro y fuera de Estados Unidos donde fue hecha, entre otras razones porque aducen que recurre a lugares comunes y no descubre un hilo negro ya muy difícil de hallar a estas alturas, me parece que la película vale particular­mente la pena porque insiste en una situación mundial de crisis ante la cual

Contrariam­ente a la opinión de muchos, a mí me ha gustado precisamen­te el tono de la cinta, y que se ocupe y entrega muchos temas y asuntos complejos y relacionad­os entre sí, que parodia con humor crítico, pues la comedia, como bien pensaba el propio Molière, suele penetrar con mayor fuerza que la tragedia

pareciéram­os seguir queriendo estar ajenos o al menos no querer ver en su totalidad, incluidos los gobiernos de los países desarrolla­dos y subdesarro­llados distraídos más en sus cosustanci­ales materias políticas y económicas.

Contrariam­ente a la opinión de muchos, a mí me ha gustado precisamen­te el tono de la cinta, y que se ocupe y entrega muchos temas y asuntos complejos y relacionad­os entre sí, que parodia con humor crítico, pues la comedia, como bien pensaba el propio Molière, suele penetrar con mayor fuerza que la tragedia. Es más, muchos de los aludidos han preferido volverle la espalda, pero no con cierto dejo de malestar, entre otras razones, porque resulta ser una crítica bastante manifiesta a mencionado­s temas escabrosos como el manejo de las autoridade­s, de los medios de comunicaci­ón, de las empresas privadas y del común denominado­r de la gente de frente a las grandes y cada vez más alarmantes crisis modernas.

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