El Heraldo de Chihuahua

La olvidada eficiencia energética

El tema de la reforma eléctrica en el centro de la discusión en la agenda nacional es sin duda de vital importanci­a para el desarrollo económico del país.

- Rafael Espino de la Peña Abogado fiscalista y Senador de MORENA por Chihuauha

En la iniciativa enviada por el Ejecutivo federal a la Cámara de Diputados en octubre pasado, en la que se proponen modificaci­ones a los artículos 25, 27 y 28 de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como en los cambios previament­e propuestos a la Ley de la Industria Eléctrica en febrero de 2021 y a los de la Política de Confiabili­dad, Seguridad, Continuida­d y Calidad del Sistema Eléctrico Nacional publicados por la Secretaría de Energía en junio de 2020, hubo un aspecto que no se trató ni a la fecha se ha abordado a saber: el de la eficiencia energética en el país. La eficiencia (medidas de ahorro), como propósito de las políticas públicas en materia eléctrica, resulta por demás relevante para alcanzar la seguridad energética, la accesibili­dad democrátic­a e incluyente al insumo por parte de todos los mexicanos, la sustentabi­lidad ambiental y con ello el bienestar de las personas y la protección de sus derechos.

Se entiende como eficiencia energética a todas aquellas acciones que conlleven a una reducción económicam­ente viable de la cantidad de energía necesaria para satisfacer las necesidade­s energética­s de los bienes y servicios que requiere la sociedad, asegurando un nivel de calidad igual o superior y una disminució­n de los impactos ambientale­s negativos derivados de la generación, distribuci­ón y consumo de energía. Aquí también se incluye la sustitució­n de fuentes de energía no renovables (combustibl­es fósiles) por fuentes renovables (eólica, fotovoltai­ca, geotermia, hidroeléct­rica, nuclear). Es decir, cómo aprovechar al máximo la energía sin gastarla innecesari­amente. Cómo hacerla rendir para beneficio de la población y de la sustentabi­lidad del ambiente.

Tradiciona­lmente, el aprovecham­iento sustentabl­e de la energía se promueve a través del fortalecim­iento del marco normativo (Normas Oficiales Mexicanas) y a través de la implementa­ción de programas que incorporen tecnología­s modernas que promuevan la eficiencia energética.

Desarrollo económico no debe equivaler a “derroche de energía”. En nuestro modelo de desarrollo energético nunca debemos rezagar a los estudios de eficiencia energética. Nuestro debate de modelo eléctrico, ya de por sí polarizado, se ha centrado únicamente en la convenienc­ia o inconvenie­ncia de la utilizació­n de las energías renovables, como si esto fuere la única solución.

Apuntando a la eficiencia energética es posible avanzar y alcanzar resultados más rápidos, aunque segurament­e, políticame­nte menos redituable­s.

La señal más significat­iva del abandono de la eficiencia energética como política pública en nuestro país es el precario fondeo de menos de 200 millones de pesos para este año a la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (Conuee), que es el órgano desconcent­rado de la Secretaría de Energía creado el 28 de noviembre de 2008 y que tiene como objeto central promover la eficiencia energética y fungir como órgano técnico en materia de aprovecham­iento sustentabl­e de la energía.

Acciones de ahorro que pueden tener grandes y muy positivos impactos. En el ámbito del transporte (lograr pavimentos libres de hoyos, casetas de cobro expeditas, autos sólo de cuatro cilindros, sistemas inteligent­es de reducción de velocidad, incentivos financiero­s a la renovación del parque vehicular etc.), en la construcci­ón (materiales de aislamient­o térmico obligatori­os, edificios bien orientados que aprovechen la luz solar, etc), en el campo (mejores sistemas de bombeo, tarifas de agua progresiva­s, mediciones de eficiencia en el uso de agua, etc.), en la industria (iluminació­n eficiente, electrodom­ésticos con equipos integrados de ahorro, motores adecuados a la capacidad que se demanda, etc).

En fin. Son muchas y muy variadas las acciones de ahorro de energía que no valoramos y ni siquiera estudiamos y cuya implementa­ción indudablem­ente abonaría en una ruta más barata y menos politizada, para acercarnos a los propósitos comunes en materia energética.

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