El Heraldo de Chihuahua

Nuestro país lleva años,

- Amin Anchondo Empresario y ex dirigente nacional de la Comisión Juvenil de Coparmex

muchos años intentando combatir la corrupción para que el dinero que es de todas las personas alcance para ir solventand­o los problemas que tenemos. Este ha sido un gran recorrido que lleva muchas batallas ganadas, pero aún son más las batallas pérdidas.

Cuando dijimos que estábamos hartos de ver impunes a las personas que habían cometido algún descarado acto de corrupción, entonces nos dimos cuenta de que los actos de corrupción no estaban tipificado­s como delitos en la constituci­ón mexicana y por eso tuvimos que pedir un sistema anticorrup­ción que reformara varias leyes para poder ver a personas sancionada­s o incluso en la cárcel por robar dinero de la ciudadanía.

Luego tuvimos que convencer a la gente de seguir en esta lucha para poder ahora vigilar a las institucio­nes que imparten justicia en materia anticorrup­ción para que en realidad hicieran su trabajo y aplicaran la ley sin distingos ni preferenci­as. Aquí ha sido muy complicado por todo lo que representa a una persona enfrentars­e a un sistema político que saca del propio sistema a los que quieren cambiarlo. Aun así, se ha ido avanzando.

Pero luego vienen grandes decepcione­s. Basta un ejemplo como el que logró Delfina Gómez, actual secretaria de Educación Pública federal, donde le fue impuesta una sanción por haber desviado dinero de la ciudadanía para darlo a su partido político. En palabras guindas, robar dinero al pueblo para darlo al movimiento. La semana pasada fue notificada la sanción, lo cual significa que se comprobó que ella cometió el delito, y aun así no hubo respuesta de su parte ni del gobierno federal para mínimo removerla de su cargo.

Debemos tener conciencia que aplicar la ley en un acto de corrupción es complicadí­simo porque poder comprobar un acto implica un grado de perfección en las carpetas de investigac­ión, con pruebas que son muy complicada­s de obtener

La semana pasada fue notificada la sanción, lo cual significa que se comprobó que ella cometió el delito, y aun así no hubo respuesta de su parte ni del gobierno federal para mínimo removerla de su cargo.

para poder lograr una sanción. Además, el valor de los ministerio­s públicos y jueces para hacer su trabajo pese a amenazas es un acto heroico en este país.

El problema es que cuando vemos acciones como la de Delfina tiene doble perjuicio social. El primero es que la persona que cometió el acto sigue activa y sabe que no pasa nada si lo vuelve a hacer y la segunda es que desmoraliz­a a las pocas personas que realmente están luchando por cambiar este país a través del combate frontal a la corrupción.

¿Ahora quién denunciará? ¿Qué ministerio­s públicos se atreverán aventarse una investigac­ión de estas? ¿Qué incentivos tiene un juez para dictar una sentencia de este calado? ¿Cómo le dices a la ciudadanía que sí se puede combatir la corrupción en la política mexicana? ¿Cómo mantienes la esperanza? Este tipo de preguntas son las que debemos pensar cuando vemos que la impunidad llega, aun con sentencias en la mesa. Por más morenista que seas, esto es indefendib­le. Casos como este están en todos lados y en todos los partidos, todos conocemos alguno y lo más peligroso es cuando callamos. Basta una Delfina para destruir un país.

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