Educación: futuro a tiro de piedra
Ahora que en diferentes ritmos y espacios
se retorna a la enseñanza presencial se exhiben balances que coinciden en aceptar el rezago provocado por estos dos años de pandemia en millones de alumnos en el país.
ENo estamos muy lejos de que la tecnología llegue a modificar cuerpos, cerebros y mentes, y pronto ya no podremos estar seguros de nada
xiste consenso en el rezago educativo heredado y de nuevos problemas. La prioridad debe ser remontar dichos atrasos, pero pensar también en las transformaciones que el mundo, el país, el estado, el municipio, el barrio sufrirán en los próximos nueve años, esto es, el tiempo entre el ingreso de una niña o niño a primer año en el 2022 hasta el 2030, cuando terminen la educación básica.
¿Por qué digo esto? Porque se navega en medio de revoluciones sin precedente y nuestras viejas formas de vivir se demuelen y hasta el momento no ha surgido un relato nuevo para sustituirlas.
Niña o niño que ingrese ahora a la primaria tendrá 6 años promedio y el 2030 andarán entre 15 o 16 primaveras cuando terminen la secundaria, si bien va. ¿Qué hemos de enseñarles además de lo tradicional, para ayudarles a sobrevivir en su juventud y adultez? ¿Qué tipo de habilidades necesitarán para conseguir trabajo, comprender lo que ocurre a su alrededor y orientarse en el laberinto de la vida en un mundo donde la biotecnología y la infotecnología cada vez marcan el curso de la existencia?
No estamos muy lejos de que la tecnología llegue a modificar cuerpos, cerebros y mentes, y pronto ya no podremos estar seguros de nada. En tanto, seguiremos obsesionados con viejos modelos educativos mientras el tiempo se acaba. Así, las decisiones que se tomen ahora formarán el futuro de la propia vida. Si esta generación carece de una idea íntegra al respecto, el futuro de la vida se dejará a la eventualidad.
Hoy las escuelas se centran en proporcionar un conjunto de habilidades predeterminadas, acordes a programas oficiales, pero menos en pericias concretas qué necesitará la gente frente a las grandes transformaciones a tiro de piedra. Así pues, ¿qué tendríamos que enseñar?
A medida que lo raro, el metaverso, los algoritmos se conviertan en lo nuevo, en lo normal y que nuestras experiencias pasadas de la humanidad entera se conviertan en guías menos fiables ¿Qué será lo correcto cuando nos enfrentamos a una situación sin referente claro? ¿Cómo vivir en un mundo donde la incertidumbre profunda no es un desliz, sino un distintivo?
Variadas voces coinciden en que el actual tipo de escuela con independencia de sus logros anteriores ahora se encuentra en crisis, pero hasta hoy no hemos creado una alternativa viable capaz de ajustarse a los profundos cambios que ya están presentes.
No sé qué estén creando los centros del saber cómo: el Centro Chihuahuense de Estudios de Posgrado, o el Centro de Investigación y Docencia o las universidades locales, o la propia Secretaría de Educación y Cultura, espero que mucho, y, si no, pues a darle.
Esto porque a medida que la prontitud del cambio crezca es probable que no sólo mute la economía, la política, la sociedad, sino también lo que signifique vivir.