El Heraldo de Chihuahua

El pueblo tiene precio

- Mario Góngora Hernández Licenciado en Administra­ción de Empresas. Instructor en programaci­ón neurolingü­ística

El mal no está en que una minoría sea la que vote. Esos pocos votos a la hora de decidir quién ganará son tan efectivos como los de la población entera. Lo único que nos falta es elegir bien.

Tal como la política se ve desde afuera y desde adentro también, para ganar no se necesita más que conocer las trampas y los fraudes de siempre; y desconocer las mentiras. Pero lo peor es que cuando uno escucha a la población hablar sobre sus derechos uno puede pensar que harían cualquier cosa, terrible inclusive, si alguien tratara de restringír­selos. Pero luego, en la vida real, en la práctica, encontramo­s a esas personas dóciles, el pueblo “bueno y sabio” aceptando cualquier cosa o persona, e inclusive adulando a detestable­s políticos con una esperanza de ser reconocido­s también dentro de los elegidos para que les haga “justicia la Revolución”.

Nadie tiene derechos cuando no los mantiene en vigor. El conformism­o y la docilidad acaban con el criterio individual, con la hombría, con la valentía, con el valor, con sus Principios y con sus valores.

Todos nacimos libres como las aves, pero para poder convivir hemos dejado que nos metan en una jaula llenas de leyes para ser aplicadas solamente a los opositores, a los críticos de los malos gobiernos. Y lo peor, los que no tienen la voluntad y los valores para corregirse a sí mismos, son los que piden y aplican las leyes a los demás. Si no se le entrega el alma al partido oficial, tampoco se tiene derecho a corrompers­e. Hay que adular, hay que hacer méritos…

Las leyes fácilmente pueden destruir la riqueza poniendo toda la carga de impuestos y sanciones a los que se han dedicado a cumplir con las leyes. Los que no, tienen todo el derecho de seguir viviendo a costa de los que sí pagan. Y por mucho que le han quitado a los que se han preocupado de estar dentro de ley, no vemos por ningún lado que las necesidade­s humanas hayan sido satisfecha­s.

fácilmente pueden destruir la riqueza poniendo toda la carga de impuestos y sanciones a los que se han dedicado a cumplir con las leyes. Los que no, tienen todo el derecho de seguir viviendo a costa de los que sí pagan. Y por mucho que le han quitado a los que se han preocupado de estar dentro de ley, no vemos por ningún lado satisfecha­s las necesidade­s humanas

Y lo peor, nosotros le hemos comprado, como dóciles corderos, el boleto al gobierno federal para que en lugar de luchar contra el hambre creando empleos, solucionan­do problemas de salud, de violencia, de hambre y de pobreza, gaste en inimaginab­les e inútiles obras. Desperdici­o manifiesto. Y en lugar de generar más empleos como prometió, se empeña en crear más pobreza. Pero para “crecer” sólo necesitamo­s “bienestar”, lo que eso pueda significar.

No olvidemos que las tiranías sólo son el resultado de ser dóciles, de conceder a alguien una autoridad ilimitada. Y así estamos en el país. Lo que cada pueblo vale se ve por el calibre de sus líderes, de sus gobernante­s. Necesitamo­s un gobierno dirigido por alguien que sepa guiar, y no únicamente dominar, o cobrar venganza contra ciudadanos y hacer crecer la corrupción. El “pueblo”, aprobará y votará por el que perciba que lo mantiene sin trabajar, aunque de hecho lo deteste.

Las leyes

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