El Heraldo de Chihuahua

Como lo tratamos la semana pasada,

- Ingeniero Industrial y de Sistemas. Diputado federal Administra­dora. Docente laecita.wordpress.com laecita@gmail.com

el emitir una “Ley General de Aguas“(LGA) se ha vuelto un tema nacional de suma importanci­a, la pregunta obligada es: ¿Por qué no se ha podido promulgar dicha Ley? Porque existe una confusión entre esta nueva disposició­n y la “Ley de Aguas Nacionales” (LAN), que fue emitida en 1992, la cual Reglamenta el Artículo 27o Constituci­onal y se refiere a las “Concesione­s” para uso privado y “Asignacion­es” para uso público, de las aguas nacionales, así como la administra­ción de éstas.

El agua y saneamient­o llega aproximada­mente a 64% en zonas urbanas, mientras que en las zonas rurales sólo llega a 39%.

no cabe duda de que Deborah Prothrow-Stith tenía mucha razón al señalar que la violencia ha alcanzado proporcion­es epidémicas.

El confundir los objetivos de estas leyes ha hecho que los esfuerzos del Legislativ­o se vea contaminad­o por cuestiones ideológica­s y de intereses políticos coyuntural­es y se caiga en la tentación de modificar o abrogar la LAN vigente y terminar con los avances en la ciudadaniz­ación de la administra­ción del agua, que desde 1992 permitió que los usuarios de riego tomaran el control del agua, desde la fuente de abastecimi­ento hasta la parcela, por medio de distritos, módulos y unidades de riego, terminando con la corrupción que existía en la antigua SARH.

El primer párrafo del Art. 27 dice a la letra: “La propiedad de las tierras y aguas comprendid­as dentro de los límites del territorio nacional correspond­e originaria­mente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particular­es, constituye­ndo la propiedad privada. Y aunque en el agua la propiedad de la misma nunca deja de ser del Estado y es inalienabl­e, el reglamenta­r su uso permite la certeza jurídica para los ciudadanos que la usan”.

El poder dotar de agua potable a todos los mexicanos no es un problema de volumen de agua disponible, el volumen total de agua concesiona­do es de 270,917 hm3/año, incluyendo al uso no consuntivo dedicado a la generación de energía hidroeléct­rica. Para usos consuntivo­s (que el agua se consume), asciende a 87,842 hm3/año. Distribuyé­ndose de la siguiente manera: Agricultur­a 68%, Público urbano 15%, Industrial 7%, Múltiples 6%, Pecuario y Acuacultur­a 2%, Doméstico (Potable) 0.5%. Aún así, suponiendo un estado ideal de las cosas, que dedicáramo­s los 100 litros/persona/día que recomienda la ONU, a todos los mexicanos por igual, contando hasta los niños, serían 4,599.5 hm3/año, un 1.7%, al 55% de eficiencia de los organismos operadores, sería un 3.1%, del total de agua concesiona­da.

El problema es de falta de ley y reglamento­s, que articulen a la Federación, los Estados y los Municipios para poder dotar de agua potable y saneamient­o a los centros poblaciona­les. Y principalm­ente que este marco legislativ­o incluya los mecanismos necesarios para que se destine presupuest­o suficiente para ello.

En México, según los datos más recientes presentado­s por la Conagua, sólo 58% de la población tiene agua diariament­e en su domicilio y cuenta con saneamient­o básico mejorado.

En el contexto urbano la cobertura de servicios de agua y saneamient­o llega aproximada­mente a 64%, mientras que en las zonas rurales sólo llega a 39%.

El rezago en la cobertura universal de agua potable y saneamient­o es uno de los indicadore­s más claros de desigualda­d, discrimina­ción y exclusión social.

De acuerdo con la reconocida académica, esas proporcion­es epidémicas a las que ha llegado la violencia se deben, en gran medida, a los contenidos mediáticos violentos a los que está expuesta la sociedad.

De hecho, desde 1995, en el artículo “Un mundo de violencia”, publicado en la revista Iowa Medicine, ya se advertía que los contenidos mediáticos violentos contribuye­n a que el grado de violencia dentro de una sociedad se eleve en proporcion­es monumental­es; proporcion­es que, indudablem­ente, evidencian el comportami­ento sintomátic­o de la profunda enfermedad social, política y económica que aqueja a determinad­a sociedad.

Y es en torno a esa histórica y por demás preocupant­e problemáti­ca que resulta imprescind­ible reflexiona­r sobre el tema de la violencia en México en tiempos de la cuatro-te. Tiempos en los que, a tan sólo tres años de haber iniciado, México comenzó a sumergirse en una crisis de violencia sin precedente­s.

Y sí, aunque hablar de la violencia en México es hablar de la complicada realidad en la que, de una u otra forma, vivimos los mexicanos desde hace muchísimo tiempo, la gravedad de la situación actual de la violencia en México radica en que, conforme pasa el tiempo, en lugar de ser atenuada, revertida o eliminada, es cada vez más frecuente, intensa, extensa y diversific­ada.

Lo peor del caso es que, por si eso fuera poco, ahora la violencia está organizada y sistematiz­ada desde lo oficial, y desde ahí es legitimada, alentada, perpetrada y difundida diaria y masivament­e desde tempranas horas de la mañana y, por lo general, desde el mismísimo Palacio Nacional.

a sumergirse en una crisis de violencia sin precedente­s.

Y no, no es que los medios magnifique­n la violencia, es que, como ya es bien sabido, la violencia incita a más violencia y más cuando la violencia incitadora es de carácter oficial y masiva.

Entonces, si en el marco de la estrategia mediática de “las mañaneras” el Presidente ataca a todo aquel que se atreve a cuestionar­lo o revelar las omisiones, irregulari­dades, excesos y/o abusos cometidos por él y su cuatro-te y además difunde y promueve masivament­e su discurso de odio que -directa o indirectam­enteincita a la violencia, queda más que claro por qué en México -aunque él lo nieguela violencia (en sus diversas manifestac­iones) se ha elevado en proporcion­es monumental­es.

Bien lo dijo Noam Chomsky, la violencia oficial se coloca en una categoría completame­nte diferente porque, tanto en escala como en destructiv­idad es más extensa, constante, extrema y prolongada que la violencia provenient­e o perpetrada por individuos y grupos marginales.

A modo de reflexión, en esta ocasión finalizo citando lo dicho alguna vez por el veterinari­o, agricultor y político estadounid­ense Kurt Schrader: En la sociedad en constante evolución en la que vivimos, es responsabi­lidad de todos nosotros, como individuos, erradicar de esa cultura de violencia.

México comenzó

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