Comentario al Evangelio: El hombre bueno habla palabras buenas
El pasaje del Evangelio de hoy es parte del grupo de enseñanzas que Jesús dirige a sus discípulos, las cuales se desprenden del Sermón en el Monte de las Bienaventuranzas (Lc 6,24-26). Ahora él toca varios tópicos más, así, en el pasaje actual (Lc 6,39-45) encontramos tres parábolas breves que tienen un sentido proverbial.
En primer término, Jesús aborda el tema sobre el auténtico y verdadero discípulo, pues no quiere que viva como uno más del estilo de los fariseos, a los que tacha de exhibicionistas buscando quedar bien ante la gente para ser admirados y alabados, como si fueran lo máximo en cuanto a su religiosidad. El discípulo, en cambio, no puede ser un mal guía, no puede ser un ciego para pretender guiar al prójimo que no es "otro cualquiera", no es uno más de la "bola", sino que es un hermano suyo que necesita de su buen testimonio para poderse conducir en la vida por el camino del Evangelio y perseverar en el seguimiento de Jesús. Si el discípulo es fiel a Jesús y a su Palabra, se convertirá en verdadero testigo y así el "ciego" podrá fiarse de él y dejarse conducir por él. Porque el verdadero Maestro es Jesús, y el discípulo no ha de aspirar otra cosa sino ser perfecto discípulo suyo. Sólo así podrá ayudar a que los demás no pierdan la luz del Señor en sus vidas. Más aún, quien se dice discípulo no puede ejercer la corrección fraterna y ser creíble si él mismo está igual o peor que aquel a quien pretende corregir.
¿Y cómo se conoce el buen discípulo? Se le va a conocer como se conoce a un árbol: por sus frutos. El verdadero discípulo da buenos frutos, practica buenas obras. Sabemos que el árbol bueno va a dar frutos buenos y el malo frutos malos, así también el discípulo que es fiel en el seguimiento de Jesús practica la caridad, el servicio, el amor y la misericordia para con los demás.
Y por fin, el verdadero discípulo habla palabras de bondad, que nacen de su corazón: "porque de lo que rebosa el corazón habla la boca". (Notidiócesis)