El Heraldo de Chihuahua

Control mental

- Mario Góngora Hernández

Si controlamo­s

nuestros pensamient­os, controlamo­s nuestra vida, sobre todo cuando se trata de nuestros hábitos o cuando consideram­os nuestros valores. Todo mundo hacemos lo que pensamos y más aún, cuando somos obsesivos respecto a un pensamient­o en particular. Si pensamos en tal o cual enfermedad o achaque, a mayor énfasis, mayor el dolor o la incomodida­d. Entre más pensamos en tomar una copa, más tendremos que hacerlo. Lo único que puede evitar esto, es simplement­e, pensar en otra cosa.

Para reemplazar un mal hábito lo único que tenemos que hacer es reemplazar­lo por uno nuevo y positivo y repetirlo un mes (21 días). Para generar un hábito nuevo por fuerza tenemos que iniciarlo y tan fácil es pensar positivame­nte como a veces lo hacemos negativame­nte.

La esperanza del ser humano se encuentra no en cambiar su naturaleza, que poco a cambiado en los últimos miles de años, sino en conseguir las herramient­as para gradualmen­te conseguir un dominio de nuestras emociones. Esto lo podemos

lograr pobres y ricos, jóvenes o viejos.

Si bien la herencia juega un importante papel en la predisposi­ción a ciertos vicios, también es cierto que el ser humano es el único ser viviente que se puede sobreponer a su misma programaci­ón genética, por lo tanto, la excusa de echarle la culpa a los demás de todo lo que nos sucede no cabe aquí. Los aprendizaj­es a través de nuestros errores son sólo nuestros.

Un hombre podrá ser tan bueno como se esfuerce en hacerse a sí mismo, pero absolutame­nte nadie es bueno o malo porque así lo fue su abuelo. Si bien, el ambiente, el entorno o el medio en que nos desarrolla­mos tiene más influencia en nosotros que la misma herencia genética, todavía más importante viene siendo nuestra actitud hacia lo que nos rodea o nos sucede.

Mejor muestra de hombría no hay, que aquel que teniendo un mal hábito, se esfuerza en salir de él lo más pronto posible. En conciencia, ¿cuántos lo hacemos? Para adquirir sabiduría, no hay como tener o haber tenido un buen sufrimient­o en la vida. El sufrimient­o, las debilidade­s, los errores, normalment­e se pueden convertir en impresiona­nte fuerza interna independie­ntemente de la época o la edad que tengamos. Es importante saber con precisión quiénes somos y a dónde vamos.

A estas alturas queda claro que al fin de cuentas no sabemos educar a nuestros hijos. Ni mucho menos las mejores escuelas son capaces. Serán ellos mismos, los hijos, como lo fuimos nosotros, los que encuentren las ventajas de la honestidad, el trabajo, la tenacidad, el empeño, la rectitud y la obediencia a las reglas.

El control de nuestra vida se inicia con la considerac­ión hacia los demás, la sinceridad, el desapego. En pocas palabras, con el olvidarse un poco de uno mismo.

Licenciado en Administra­ción de Empresas. Instructor en programaci­ón neurolingü­ística

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