Violencia e inseguridad desbordadas
MIRAR.- Nos sentimos pasmados y sin saber qué hacer ante tanta violencia. Nos angustian los horrores de la guerra en Ucrania, pero igualmente las extorsiones que arbitrariamente se imponen por todos lados, los asaltos diarios, los secuestros y asesinatos del crimen organizado, la barbarie de quienes destrozan cuanto pueden, las agresiones y ofensas a las mujeres y de las mujeres.
La inseguridad invade hogares y espacios. Nuestras autoridades están rebasadas. Por más que les hacemos ver los sufrimientos diarios del pueblo, que se siente indefenso, no nos ofrecen soluciones más efectivas. No quisiéramos ver noticias; sin embargo, no podemos aislarnos. ¿A qué se debe tanta violencia? Muchas veces se dice que es por la pobreza y la falta de oportunidades, y que, por tanto, ofreciendo escuela y trabajo a los jóvenes, el crimen va a disminuir. En parte, esto es razonable; sin embargo, los hechos demuestran que este es un fenómeno que parece incontrolable, a pesar de todas las buenas intenciones de las autoridades y de sus programas sociales. Aunque se incremente la presencia militar y policiaca, los violentos siguen imponiendo sus leyes. Y si diariamente se ofende a los opositores y se les descalifica, se pierde el respeto y la cordura social.
Además de otros factores que originan violencia, seguimos insistiendo en dos: la ausencia de Dios y la desintegración familiar. Aunque algunos delincuentes aparentan ser muy religiosos y se declaran católicos, no aceptan a Dios realmente como el Señor de sus vidas, como aquel que les orienta en sus decisiones; su dios es el dinero, el poder, el placer, el vencer a sus contrarios. Si Dios fuera de verdad importante para ellos, todo sería diferente, pues lo que Dios menos quiere es que sus hijos se destruyan unos a otros. Y si los hogares cada día se deshacen más, si se dejan hijos en forma irresponsable, si por el trabajo se descuida su educación, si los matrimonios se disuelven por cualquier motivo, si no hay respeto entre esposos e hijos, si el libertinaje se impone en las costumbres, no hay forma de que la violencia social cese. Por ello, lo que nosotros ofrecemos es el encuentro con Jesucristo vivo, la aceptación por convencimiento propio de la verdad y belleza del Evangelio, el esfuerzo por educar nuestra conciencia conforme a los Mandamientos de la Ley de Dios. Sin esto, no hay cimientos sólidos para una sociedad justa y fraterna.
El episcopado mexicano, en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, dice al respecto: “La introducción de una narco-cultura en nuestra sociedad mexicana, de conseguir dinero rápido, fácil y de cualquier forma, ha venido a dañar profundamente la mente de muchas personas, a quienes no les importa matar, robar, extorsionar, secuestrar o hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos".
Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas