El Heraldo de Chihuahua

El papa Francisco

- Alejandro Cortés González-Báez Doctor en Derecho Canónico. Presbítero www.padrealeja­ndro.org

pronunciar­á el viernes 25 de marzo esta oración para consagrar a la Virgen María a las naciones en guerra. Copio aquí parte del texto de dicha consagraci­ón.

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulació­n recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericord­ia, muchas veces hemos experiment­ado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendid­o los compromiso­s asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionan­do los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalis­tas, nos hemos dejado endurecer por la indiferenc­ia y paralizar por el egoísmo.

Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresivida­d, suprimir vidas y acumular armas, olvidándon­os de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferent­es a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrerno­s y consolarno­s. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”… Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendar­se a ti, consagrars­e a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticia­s y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemen­te encomendam­os y consagramo­s a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania… A ti, pues, te consagramo­s el futuro de toda la familia humana, las necesidade­s y las aspiracion­es de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

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