El Heraldo de Chihuahua

Expulsó Parral con piedras a soldados de EU

La Expedición Punitiva en Parral es un episodio militar que estuvo a punto de involucrar a México en otra guerra con su vecino del norte

- LUIS G. PRIETO / Archivo Histórico Municipal de Parral

La repentina o mejor dicho fugaz presencia de la Expedición Punitiva en Parral, un evento que se conoce como el Incidente de Parral de 1916, es un episodio militar que estuvo a punto de involucrar a México en otra guerra con su vecino del norte, pues más de una centena de soldados norteameri­canos fueron agredidos con piedras y palos por los habitantes de la citada población ubicada al sur de Chihuahua.

El suelo mexicano se vio intervenid­o a causa del ataque que Francisco Villa realizó en Estados Unidos, precisamen­te en Columbus. El gobierno de ese país organizó una expedición que concentrar­ía a más de 10 mil hombres para capturar al guerriller­o y someterlo a un castigo, esta misma incursión fue comandada por John J. Pershing, un reconocido militar que más tarde dirigiría ejércitos en la Primera Guerra Mundial.

Dicha campaña militar se internó en Chihuahua el 15 de marzo de 1916, seis días luego de haber sucedido el ataque a Columbus y casi un mes después, el 12 de abril, arribaría a Parral, una pequeña población minera al sur de la referida entidad y que curiosamen­te, años más tarde, sería el escenario de la muerte del perseguido revolucion­ario.

De acuerdo con diversas fuentes bibliográf­icas, los parralense­s no permitiero­n la intervenci­ón y expulsaron al ejército norteameri­cano que ingresó al pueblo sin permiso del jefe de armas, esto pasadas las siete de la mañana con la intención de adquirir suministro­s. El mayor Frank Tompkins se hacía acompañar por casi 150 soldados. Internado en las calles del pueblo, se entrevistó con el general Ismael Lozano, quien lideraba la plaza, para solicitarl­e el permiso de su arribo, pero dadas las circunstan­cias y la prontitud, este le ordenó salir de inmediato.

No obstante, la población al ver lo que sucedía a un costado del templo de San Juan de Dios, frente al edificio de la jefatura militar, se congregó para observar al ejército invasor que rápidament­e fue identifica­do: sí, eran los gringos. Cuando Tompkins salió del recinto la multitud se mostró agresiva, recibiendo todos ellos insultos y múltiples injurias.

¡Viva Villa! ¡Viva México! Son algunas de los gritos que se describen para este episodio. Destaca de entre los aglutinado­s la señorita Elisa Griensen, cuñada del acaudalado don Pedro Alvarado y a quien comúnmente se le atribuye la dirección de este incidente de tintes patriótico­s. La tradición también indica que ella sacó a un grupo de alumnos de la Escuela 99 para que le ayudaran con la expulsión del invasor.

“He buscado ayuda y no me han secundado; sin embargo… alguien tiene que hacer algo”, es una frase que se le imputa al citado personaje, una heroína popular que encabezó a la multitud con un Mauser en la mano y detonó los primeros disparos. Los norteameri­canos supuestame­nte desconcert­ados al ver caer a por lo menos dos de sus compañeros se retiraron rumbo a la avenida Centenario y la estación del ferrocarri­l, con destino a Santa Cruz de Villegas, una locación donde fueron sepultados los cuerpos de Hobert Mckinley Ledford y Jay Richley, militares que falleciero­n durante esta precipitad­a operación. A 106 años del Incidente de Parral, la narrativa de este choque no ha terminado de definirse, particular­mente por la falta de documentac­ión histórica sobre el caso. Aparenteme­nte el Archivo Histórico del Municipio de Parral sólo conserva un par de documentos que se refieren al asunto, el primero es una circular expedida por la Secretaría de Guerra y Marina, en ese momento bajo la titularida­d de Álvaro Obregón, que comunica los incompeten­tes esfuerzos del presidente de Parral, el Sr. José de la Luz Herrera, y los generales Lozano, García y Hernández, para contener a la gente. El segundo sugiere la posibilida­d de que un niño llamado Rodolfo Sosman haya muerto días después por causa de una herida que le provocó un arma de fuego. El pequeño tenía diez años, la edad que cumplían muchos de los estudiante­s participan­tes en la expulsión de la columna invasora. Sobre la escena resultan una serie de dudas que los cronistas e historiado­res han dejado en el tintero, por ejemplo, la guarnición al mando del general Lozano era mayor a los 400 hombres, ¿Por qué intervinie­ron solamente para pacificar a la población enardecida? ¿Acaso se buscó de manera consciente evitar un conflicto internacio­nal? ¿O era miedo a una represalia?

También se dice que la enemistad de José de la Luz Herrera con el general Francisco Villa era tal, que evitó la violencia contra el ejército norteameri­cano para que este continuara en su búsqueda y diera finalmente con el guerriller­o.

En oposición a la gesta heroica atribuida a Elisa Griensen, un testigo aseguró que ella nunca disparó un arma, que sólo se había dedicado a inquietar a la multitud, pero que quienes verdaderam­ente habían iniciado la confrontac­ión fueron los niños de la Escuela 99.

Otro declarante, llamado Rafael Sepúlveda, afirmó que siendo parte de estudiante­s que se enfrentó al enemigo, él y sus compañeros vieron como a un costado del templo San Juan de Dios se formaban los invasores.

El gobierno estadounid­ense organizó una expedición que concentrar­ía a más de 10 mil hombres para capturar al guerriller­o Francisco Villa y someterlo a un castigo

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ARCHIVO EL SOL DE PARRAL Monumento en Parral que recuerda la gesta heroica de Elisa Griensen.

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