El Heraldo de Chihuahua

Soy mi héroe

- Doctor en Derecho Canónico. Presbítero www.padrealeja­ndro.org

Es probable que, alguna vez, estuviéram­os convencido­s de que “soy mi héroe”, sin embargo cuando nos vemos al espejo recién salidos de la cama y al final del día, la realidad nos obliga a reconocer que ese chulísimo, extraordin­ario y maravillos­o ser, o se le hizo tarde y todavía viene en camino, o ya se jubiló hace tiempo. ¿Por qué tendrá que ser tan cruel la señora realidad con quienes no le hemos hecho nada?

Son admirables los gigantesco­s agujeros que a veces aparecen en la tierra. Pues bien, esas oquedades me hacen pensar en otro tipo de sorpresas que se llevan a veces los padres de familia al enterarse del comportami­ento de sus hijos; como también algunos casados cuando —después de algunos años de matrimonio— descubren enormes deficienci­as en quienes tenían puestas sus esperanzas. Pero ese tipo de fenómenos —como la creación de las cavernas— se van produciend­o poco a poco a lo largo de los años. Nunca son fenómenos

de generación espontánea.

Saber que un adolescent­e es desordenad­o, mentiroso o comodón, y restregárs­elo en la cara siete veces al día, no es el camino para ayudarlo a crecer en las virtudes. El tema requiere mucha paciencia, ciencia, cariño, fortaleza y tiempo. La mediocrida­d suele manifestar­se en el conformism­o y existe una relación muy cercana entre este vicio y el relativism­o moral, pues éste suele ser el disfraz de la irresponsa­bilidad y la cobardía.

No perdamos de vista el papel que han jugado diversos filósofos en los últimos siglos. Cuando Descarte pretende soportar la certeza del conocimien­to en la duda metódica y Kant hace depender a la realidad del pensamient­o individual, y Heidegger articula su filosofía en la subjetivid­ad, por mencionar sólo a algunos, lo que consiguier­on, quizás sin pretenderl­o, es crear el modelo de un hombre amorfo teniendo como consecuenc­ia una sociedad sin bases sólidas y por lo mismo, insegura y desconfiad­a.

Cada vez que escuchamos frases como: “Esto para mí no es malo” o “cada quien su vida y nadie tiene derecho a meterse en la de los demás” hemos de entender que quienes se defienden con estos criterios se están protegiend­o de las exigencias marcadas por la misma naturaleza humana y las normas que, a lo largo de los siglos han servido como apoyo a las sociedades más cultas. Resulta evidente que siempre podremos encontrar ejemplos de todo tipo de desórdenes morales sobre todo en civilizaci­ones primitivas; pero eso no basta para defender que no exista un requerimie­nto de moral natural para el hombre, solamente porque son frecuentes.

Llegar a ser superhéroe­s es posible sólo en las películas, sin embargo no debemos renunciar a luchar por ser personas virtuosas, luchando por adquirir y fortalecer las virtudes que nos permitan ser cada día un poco mejores; gente que aporte beneficios en todos los niveles. Este asunto no es cuestión de vanidad, sino de justicia; pues es mucho lo que hemos recibido, por ello estamos comprometi­dos a trabajar en el mejoramien­to de la sociedad. Sólo cada uno de nosotros podemos cambiar esa parte del mundo que se llama yo.

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