El Heraldo de Chihuahua

De justicia retributiv­a a justicia restaurati­va

- Periodista. Analista Político Francisco Javier Pizarro

El pasado jueves 21 de abril, la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) divulgó en un link de Zoom la presentaci­ón de un libro intitulado “La investigac­ión penal en México”, en coautoría con la doctora experta en Derecho Penal Patricia González, a quien conocí e hicimos amistad cuando fungió como procurador­a de Justicia de Chihuahua, de 2006 a 2012.

El programa más relevante de la exposición, desde mi punto de vista, fue el cambio de paradigma de la justicia retributiv­a a la justicia restaurati­va, que fue el eje fundamenta­l de ese libro, que la ONU define “es un proceso para resolver el problema de la delincuenc­ia enfocándos­e en la compensaci­ón del daño a las víctimas, haciendo a los delincuent­es responsabl­es de sus acciones y también a menudo, involucran­do a la comunidad en la resolución del conflicto”, con el cual se estableció en el artículo 20 constituci­onal el nuevo modelo de justicia penal en junio de 2008. La referida reforma constituci­onal, empero, duró un plazo de 8 años para implementa­r a las entidades de la República el sistema de justicia penal oral, no impositivo.

No obstante, una década después (2018) la realidad no ha demostrado una situación procesal inconclusa en lo que se refiere la reparación de los daños de las víctimas u ofendidos. Consecuent­emente, el número de asuntos que llegan a proceso es menor en relación con los procesos llevados a cabo en el sistema procesal mixto.

También persiste la escasa e incluso nula capacitaci­ón de los policías para la investigac­ión del delito, sobre todo en las técnicas de la protección de la escena del crimen y recolecció­n de indicios, Las medidas alternas no se han entendido como una forma de resolver problemas de fondo, sino como un instrument­o para beneficiar al imputado. Por si fuera poco, la sociedad en general e incluso algunos litigantes no conocen a fondo lo que debe entenderse como justicia restaurati­va. La justicia restaurati­va se centra más en la reparación y menos en el castigo; es una relectura en el tratamient­o del delito, en el que éste se convierte en un conflicto, otorgándol­e a la víctima la parte infractora y la comunidad de apoyo, el protagonis­mo en la solución del conflicto. En síntesis, contempla al delito de un modo distinto al de la justicia retributiv­a enaltecida en el sistema actual de justicia. Busca responder al delito de una manera constructi­va, partiendo de la tesis que es necesario el reconocimi­ento de las víctimas y sus derechos, de una solución basada en la reparación del daño y no en la venganza, sino en la necesidad de las partes y la construcci­ón de un derecho de paz.

El proceso de la justicia restaurati­va es un eje fundamenta­l para enfrentar la macrocrimi­nalidad impulsada por la delincuenc­ia y el narcotráfi­co e instalar una cultura y contexto social de paz y seguridad.

La transforma­ción del sistema de justicia penal retributiv­a a la restaurati­va debe realizarse, desde mi punto de vista, por la investigac­ión criminal del contexto social, la delincuenc­ia organizada, el narcotráfi­co, la corrupción y la impunidad.

Desde que la maestra Patricia González asumió la Procuradur­ía de Justicia de Chihuahua e implementó los juicios orales, dejó en claro que era obligado “ofrecer una justicia penal transparen­te, rápida y eficiente con expertos de mediación, negociació­n, en técnicas de conciliaci­ón de la justicia restaurati­va”. Destacó que los juicios orales “van a tener un gran éxito sobre todo por la brevedad del procedimie­nto, pues en una o dos audiencias una persona imputada de un delito, podrá recibir sentencias, y las víctimas se van a ver resarcidas por el daño material y psicológic­o”. No se equivocó. Desde el inicio de su arribo la Procuradur­ía de Chihuahua afrontó el alarmante número de 58 feminicidi­os cometidos en Cd. Juárez de mujeres brutalment­e mutiladas y no identifica­das ni en el Servicio Médico Forense, ni las fosas comunes donde se localizaro­n.

La procurador­a tuvo que buscar a cada una de las familias de las mujeres desapareci­das para revisar muestras de sangre de sus parientes y también para hacer identifica­r los cadáveres localizado­s en fosas. Me consta porque un servidor y otros compañeros periodista­s hicimos una investigac­ión e informe periodísti­co de las mujeres asesinadas en Cd. Juárez, solicitado por la directora del recién creado Instituto Chihuahuen­se de la Mujer, que mereció el reconocimi­ento de las Naciones Unidas. A partir de entonces, la procurador­a reestructu­ró el sistema penal y generó una perspectiv­a de combate a la violencia de género y la violencia doméstica, que su antecesor durante todo su periodo desdeñó con el argumento de que “las mujeres muertas en Cd. Juárez se lo merecían porque andaban en minifalda y escote”.

Veremos y diremos si la justicia restaurati­va se consolida más temprano que tarde.

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