Mirarse de Frente Vivian Gornick
ÓSCAR LEHY QUINTANA GTZ. Mirarse de frente sinceramente es un acto que nos exige mucho valor, pues es reconocer nuestros límites, errores y aciertos sin tapujos.
Es, en última instancia, reconocer qué y quién hemos sido hasta este punto de inflexión. Vivian Gornick nos obliga a examinarnos a la vez que leemos su propia introspección. Mirarse de frente es una crónica sumamente íntima de la autora donde vemos la vida de la autora atravesada por una cuestión: ¿Cómo afrontar la soledad? Gornick narra desde su despertar en el feminismo, hasta la importancia de escribir cartas y en el transcurso de todas estas anécdotas, el libro no deja de transmitir un sentimiento de resignación y melancolía pues, incluso en la compañía del otro, aun si se está en un matrimonio, se puede estar completamente solo. El ejercicio narrativo que hace Gornick es intimidante; la autora está completamente desnuda ante el lector. En las palabras de la autora es posible escuchar los silencios brotando de la bocina del teléfono en medio de una llamada, palpar su desconcierto al estar sola en una ciudad tan enorme y cosmopolita como lo es Nueva York. Mirarse de frente me parece una carta libre de patetismo y melodrama para Gornick misma y el mundo al mismo tiempo. Muchas veces, en mi lectura, visualicé lo mismo que la autora, por ejemplo: los torrentes de luz trágica inundando su departamento a media tarde o cayendo silenciosa sobre su rostro contemplativo.
Mirarse de frente es un ejercicio doloroso porque sólo así es como podremos convertirnos en nosotros mismos. Valiente y feroz, "Mirarse de frente" es un libro que se debe leer sí o sí; pero ha de leerse con calma y conscientes de que, como dice la autora, somos libres para terminar y empezar con uno mismo. Libres para imaginar el mañana.