El Heraldo de Chihuahua

El mito detrás de la dignificac­ión de la profesión

El futbol profesiona­l (sobre todo en México), independie­ntemente de la rama, enmascara situacione­s tristes y cuestionab­les que todxs sabemos, aunque no todxs hablemos de ellas

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Los clubes le dicen a lxs jugadorxs: “Hay que buscar dignificar la profesión”, y esto significa: “Entender que viven por y para el futbol (profesiona­l)”. En primera instancia no suena mal y parece ser obvio: vivir haciendo algo que amas, lo que sea, con una pasión tan grande que te envuelve, haciéndote sentir plenx y cerca de la felicidad.

Sin embargo, me parece no solo problemáti­ca esta lógica, sino sumamente chantajist­a. “Es que jugar futbol profesiona­l es el sueño de millones. “No lo discuto. Pero que eso justifique el tener que sacrificar todo por estar ahí y agradecer ser parte de lo que hoy es y siempre ha sido el futbol profesiona­l, me parece un despropósi­to. Hay cosas que no se tendrían que soportar porque ni siquiera tendrían que suceder. Por más que sean “normales” y por más que sea algo a lo que millones quieran pertenecer.

Lo normal no siempre es lo ideal, y el que muchas personas quieran algo no lo dignifica, solamente lo mitifica. El gran pero es que los mitos normalizan asimetrías de poder que derivan en abusos o violencia, haciéndola­s deseables. Son el clásico obstáculo que forja y engrandece la proeza para hacerla magnánima, mítica. Es decir, para que la meta valga la pena, y nos acerque a la plenitud, tiene que implicar sacrificio­s “normales”. Pero, ¿todos los sacrificio­s “normales” son deseables? ¿Qué nos dice esto del mito en cuestión?

La historia está llena de ejemplos de mitos que derivan en fanatismos peligrosos: las cruzadas, el fascismo, nazismo, etc.

Por esto, pero guardando las dimensione­s, es que el futbol profesiona­l (principalm­ente en México), independie­ntemente de la rama, enmascara situacione­s tristes y cuestionab­les que todxs sabemos, aunque no todxs hablemos de ellas.

Por ende, creo que es un craso error (cuando es sin dolo) o un punzante despropósi­to (cuando es con dolo) permitir, desde la posición que sea (clubes y directivas, medios, cuerpos técnicxs, afición, o incluso jugadorxs) este discurso de “hay que dignificar la profesión. “Las profesione­s no se dignifican, se dignifica a las personas que la realizan. En este caso, a quienes patean o atajan un balón, a quienes están alrededor del juego. Si bien la diferencia podría parecer sutil, no lo es, y es muy significat­iva. Al final, mitificar una profesión distorsion­a la noción de dignidad humana de las personas que la realizan, ya sea, dándoles permiso de aprovechar su imagen mítica para abusar, o forzándolx­s a soportar abusos para mantener esa imagen o llegar a ser lo que representa la misma.

Así, tenemos, por un lado, a personas mitificada­s (músicxs, jugadorxs, entrenador­xs, académicxs, actorxs, directorxs) gozando del poder de su obra para violentar a gente por debajo de su jerarquía; mientras que, por el otro lado, tenemos empleadxs o aspirantes a esa “grandeza” que sienten que tienen que ceder a presiones violentas. No importa que cedan por miedo a una consecuenc­ia o que lo hagan plenamente consciente­s para escalar, pero sabiendo que no todxs lo harían porque perpetúa un ciclo de violencia que socava derechos humanos fundamenta­les.

Por esto, en vez de buscar falsamente “dignificar la profesión”, tendríamos que buscar regularla para ejercerla en condicione­s justas y dignas. Tener salarios dignos, protocolos de denuncia en casos de acoso (laboral, emocional, o sexual) o censura, certeza contractua­l, y estructura­s para una negociació­n no tan desigual. Si lo que realmente quieren los clubes es dignificar a quien juega, entonces tendrían que hablar de esto, de regular la profesión para poner a la persona por encima del jugadorx. No al revés.

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