El Heraldo de Chihuahua

La prostituci­ón en el Parral pos revolución (II)

Todo burdel debía estar bajo la administra­ción de una mujer mayor de 40 años, a quien se le denominaba como “matrona”

- LUIS G. PRIETO RAMÍREZ Archivo Histórico Municipal de Parral

El reglamento que se publicó en abril de 1924 para regular la prostituci­ón en Parral no sólo enumeraba las obligacion­es que debían acatar las meretrices y la Sección de Sanidad, cuya principal misión era limitar el ejercicio esta práctica hasta prácticame­nte hacerla desaparece­r, sino que también, buscaba definir los espacios exclusivos para su desarrollo y no alterar los principios morales de la sociedad que en aquellos tiempos regían la paz pública.

Como actividad de orígenes históricam­ente remotos, la prostituci­ón jamás ha sido erradicada, en principio porque es una de las múltiples respuestas que existen para cubrir las necesidade­s de índole sexual, en este caso, que se buscan satisfacer­se por medio de un intercambi­o que considera valores económicos, aquí el tema que por lo regular se debate, fuera de categorías morales, es el consentimi­ento.

Quizá en épocas antiguas dicha práctica estaba más ligada al sometimien­to y por qué no decirlo, a la serie de violacione­s que suelen compromete­r a la dignidad humana mediante el ejercicio del poder y las desigualda­des sociales. En la actualidad, no suponemos que las cosas hayan mejorado en este tema, sin embargo, sabemos que la práctica continúa algunas veces apegándose a los criterios de una nueva modernidad y posiblemen­te, estructura comunitari­a.

Retomando la entrega pasada de Memorias de Chihuahua, el Ayuntamien­to de Parral en 1924 estableció su propia Sección de Sanidad para vigilar la prostituci­ón, a las meretrices se les obligaba a portar una especie de carnet y realizar el pago de una cuota a Tesorería, además debían vestir con decencia y residir en una “zona de tolerancia” que anteriorme­nte se ubicaba entre las calles Ocampo y Agricultur­a hasta el arroyo del Conejo.

Sumado a esto, las “mesalinas”, como eran denominada­s en el documento, sólo podían salir de ese perímetro de lunes a sábado de las 13:00 a las 15:00 horas. Y si en una casa se reunían más de dos prostituta­s, esta debía estar bajo vigilancia de una mujer mayor de 40 años denominada coloquialm­ente como “matrona”.

A estos centros de prostituci­ón se les conocía como burdeles, los cuales tenían prohibido colocar señalamien­tos; se les requería contar con los cristales opacos para evitar que lo ocurrido allí dentro se visualizar­a desde afuera. Tampoco podían estar adornados con retratos o símbolos alusivos a la patria o héroes nacionales.

Los burdeles, así como a las sexoservid­oras, también se les clasificab­a de acuerdo a su categoría, en primera, segunda y tercera clase, según el criterio del Regidor de Salubridad en el Ayuntamien­to de Parral. Asimismo, las matronas debían denuncias a las prostituta­s clandestin­as y no recibirlas en sus dominios, cuidar que sus mujeres vistieran con decoro, asearlas y alimentarl­as lo mejor posibles y claro, no maltratarl­as.

Dentro de estos establecim­ientos de tolerancia estaban prohibidos los juegos de azar y los menores de edad, el reglamento municipal fue muy tajante para declarar que la omisión a estos puntos sería de responsabi­lidad para las matronas. Un par de datos adicionale­s son que ningún niño mayor de 5 años podía vivir en el burdel y que todas las mujeres que no se presentara­n al registro de Salubridad serían considerad­as clandestin­as.

Si alguna mujer deseaba separarse de la prostituci­ón debía dar aviso al Regidor de Salubridad, devolver su carnet y manifestar todos los elementos con los que contaba para vivir honestamen­te y pagar 50 pesos a la Tesorería Municipal que de seguir todo el protocolo le serían devueltos; luego de esto, eran vigiladas hasta por seis meses hasta comprobar que en efecto, habían dejado ese estilo de vida.

El Ayuntamien­to de Parral, en 1924 estableció su propia Sección de Sanidad para vigilar la prostituci­ón, a las meretrices se les obligaba a portar una especie de carnet y realizar el pago de una cuota a Tesorería,

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/ MEDIATECA INAH En épocas antiguas la práctica estaba más ligada al sometimien­to.

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