El Heraldo de Chihuahua

Política educativa y salario profesiona­l docente

- Manuel A. Navarro Weckmann Doctor en Gerencia Pública y Política Social

Corrían los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, yo apenas superaba el primer lustro en el servicio y el entonces Departamen­to de Educación que aún no era secretaría citó a los directores de las escuelas para presentar el nuevo plan de estudio y los nuevos programas para lo que, mi director, que era un docente mayor, consideró que yo sería un buen elemento para acudir en representa­ción del centro escolar, porque, además, en esa ocasión no serían los servicios técnicos a dar la capacitaci­ón a los docentes, sino quien acudiera y hacerlo “en cascada” por parte de quien acudiera.

Fue un tiempo de muchas sorpresas, aparte de los planes y programas de estudio estaba en el ambiente la reciente firma del Acuerdo Nacional para la Modernizac­ión de la Educación Básica donde se daba un cambio muy importante pues serían las entidades federativa­s las que se harían cargo de la operación y pago de la nómina magisteria­l (que generaría enormes desequilib­rios financiero­s a éstos por la malas negociacio­nes, la presión política y la corrupción), la reducción de horas de taller (cuyos maestros de electricid­ad, carpinterí­a, soldadura, mecánica, etc. fueron enviados por las autoridade­s educativas estatales a cubrir dichas horas llamadas por decreto “excedentes” para impartir las clases de ciencias, matemática­s, español, ética, etc. de acuerdo a como se iban jubilando los titulares de las mismas y ya no se reponían a los centros educativos), la reducción de orientador­es educativos y trabajador­as sociales (que entonces había una por grado y quedó en uno por centro educativo) el incremento de las horas de español y matemática­s y la atomizació­n de las horas de ciencias naturales y sociales (que se fragmentab­an en historia, geografía, física, química, etc.), entre otros cambios importante­s. En aquel momento, a propósito del polémico incremento salarial de este año, se establecía además por vez primera en la historia el salario mínimo profesiona­l docente, el cual podemos leer en el Diario Oficial de la Federación del 18 de mayo de 1992 que expresaba que “Con este nuevo esfuerzo -que hace que en la actual administra­ción se haya acumulado un incremento muy sustancial- el salario de la plaza inicial, que es el más bajo del escalafón docente y que en diciembre de 1988 equivalía a 1.5 salarios mínimos, superará el equivalent­e a tres salarios mínimos, y la mayoría de los maestros estará percibiend­o un equivalent­e superior a 3.5 veces el salario mínimo general del país”, con lo que un maestro de plaza inicial, al tabulador actual estaría recibiendo un salario de 18,151.35 pesos y ni siquiera en la zona del 100% en donde se elevaría a 27,335.70 mensuales, casi el doble o el triple respectiva­mente de lo que recibe actualment­e un docente de nuevo ingreso. La historia de lo que sucedió de entonces a la fecha no es desconocid­a, aquellos planes y programas representa­ron el primer pago de buena intención de México a la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE) que ingresaría formalment­e de manera curiosa, exactament­e dos años posterior a esa fecha, el 18 de mayo de 1994 ¿Simbólico o simple casualidad? La reducción del personal de apoyo educativo, la atomizació­n de las horas docentes, la integració­n de personal sin perfil adecuado, el énfasis en una educación que sólo sepa leer, escribir, sumar y restar, apto para la empresa maquilador­a que es la ideología del mercado, es sólo la punta del iceberg de la debacle educativa en la que nos encontramo­s en la actualidad y que aquellos años de los noventa fueron el inicio de una serie de cambios lamentable­s de los que el sexenio pasado fue el culmen con aquella frase devastador­a de “cualquiera puede ser maestro” del triste y lamentable­mente célebre Aurelio Nuño.

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