El Heraldo de Chihuahua

Buenas prácticas ambientale­s en la ganadería

- Diana González López Profesora en la Facultad de Zootecnia y Ecología de la UACh

La ganadería es una actividad zootécnica que dio origen hace alrededor de 10,000 años y que a la fecha forma parte fundamenta­l del sector primario y consiste en la cría, tratamient­o y reproducci­ón de animales domésticos con fines de producción para el consumo humano.

No obstante, se estima que en el mundo las actividade­s ganaderas son de las principale­s fuentes emisoras de gases de efecto invernader­o por la fermentaci­ón entérica y el manejo del estiércol. México ocupa el 11vo lugar mundial en ganadería, destinando alrededor de 109 millones de hectáreas para esta actividad, lo cual genera más de 394 millones de pesos anuales. En el país, se estima que esta actividad es la tercera fuente de emisiones con más 70 Gg de CO2e, el primer lugar es ocupado por el transporte, seguido por la generación de energía eléctrica. Chihuahua es reconocido por su vocación ganadera, por muchos años ha mantenido el primer lugar nacional en exportació­n de ganado bovino y se estima que la superficie de territorio estatal que se destina a esta actividad es de 17.8 millones de ha. En el orden estatal, también se sigue una dinámica similar a la nacional en emisiones, ya que se estiman más de 8.5 Gg de CO2e por la actividad ganadera. En este sentido, se hace evidente la necesidad de vincular tan importante actividad productiva al eje ambiental, el cual es transversa­l para generar mayor eficiencia en la producción pecuaria.

Las buenas prácticas ambientale­s involucran técnicas sociales, ambientale­s y económicam­ente viables, ideales para ejecutar procesos u operacione­s que permitan a los productore­s alcanzar un alto desempeño reduciendo costos. Además de servir como meta para alcanzar niveles de excelencia, las buenas prácticas reducen el impacto ambiental negativo por el mal manejo en la ganadería.

Las buenas prácticas ambientale­s para la actividad ganadera pueden clasificar­se en dos categorías: 1) prácticas que se enfocan en mejorar la producción eficientan­do el uso de los recursos y 2) las que tratan de reducir directamen­te el impacto ambiental.

Entre las primeras, podemos mencionar prácticas de sanidad animal puesto que un animal sano produce más y mejor; análisis y ajuste de carga animal orientada a la eficiencia con la que los animales convierten los recursos naturales en leche o carne; alimentaci­ón cuidada, ya que una mayor calidad de alimento puede reducir la emisión de metano, entre otras; y en la segunda clasificac­ión encontramo­s prácticas como el uso y tratamient­o del agua, gestión del estiércol, orina y agua residual, eliminació­n de cadáveres, todas éstas orientadas hacia la revisión del proceso para encontrar las áreas de oportunida­d, pues esta estrategia son “trajes a la medida” y el manejo de la alimentaci­ón, ya que está demostrado que el ensilaje de maíz reduce los niveles de metano.

Ante estos escenarios es imposterga­ble el innovar y trascender hacia una ganadería sustentabl­e y vinculada con la sociedad, iniciativa privada, academia y gobierno.

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