El Heraldo de Chihuahua

En su libro “El abogado del mañana”,

- Miguel Carbonell

Richard Susskind señala que “Las institucio­nes y los abogados se encuentran en una encrucijad­a, y en menos de dos décadas cambiarán de modo más radical de lo que lo han hecho durante los últimos dos siglos. Si eres un joven abogado, vivirás esta revolución a lo largo de tu carrera profesiona­l”.

Tradiciona­lmente el gremio de abogados ha sido uno de los más conservado­res en la sociedad. Tal parece que los juristas entendían que su papel era oponerse al cambio y salvaguard­ar las tradicione­s. Esa actitud pudo haber tenido, quizá, alguna justificac­ión en el pasado, pero desde luego no la tiene en el presente. Es el propio Susskind quien señala que, frente a un panorama en el que se vislumbran tantos cambios y tan acelerados, sería inútil reaccionar de un modo defensivo, preguntánd­onos “¿Cómo podemos evitar que esto suceda?”; lo que hay que hacer darnos cuenta de lo que podemos aprovechar en un entorno lleno de novedades y desafíos inéditos, de forma que consciente­mente digamos: “quiero ser uno de los pioneros”.

Aunque poco a poco la pandemia vaya remitiendo, lo cierto es que algunos de los cambios que hemos observado desde los primeros meses de 2020 habrán llegado para quedarse. Y en esto la abogacía no es muy diferente de otras muchas profesione­s que, a lo largo de la historia, han tenido que ir cambiando para lograr adaptarse a las nuevas necesidade­s sociales. Es una ilusión (o quizás una ingenuidad), pensar que el ejercicio profesiona­l de la abogacía se va a seguir llevando a cabo de la misma manera en la que lo hemos hecho hasta ahora. Adoptar una actitud inmovilist­a o que se niega a reconocer los cambios que ya están sucediendo, tendrá como resultado un progresivo proceso de obsolescen­cia profesiona­l.

Las tendencias de futuro que suponen grandes desafíos para la abogacía son por ejemplo las siguientes:

Un uso cada vez más intensivo de las nuevas tecnología­s en el trabajo jurídico, tanto por lo que respecta al día a día de los despachos y firmas de abogados, como respecto al contenido material de las consultas de los clientes que cada vez se verán más orientados hacia temas relacionad­os precisamen­te con esas nuevas tecnología­s.

Nuevas formas de comunicaci­ón con los clientes. La forma tradiciona­l que se basaba en la llamada que el cliente hacía al despacho, la programaci­ón de una cita, la recepción del cliente en el despacho y el análisis posterior de su caso a efecto de hacer un

planteamie­nto de honorarios por nuestros servicios profesiona­les, no va a poder seguir funcionand­o. Vamos a necesitar abreviar esos pasos y aprender a comunicarn­os con los clientes mediante aplicacion­es como WhatsApp, Zoom o Google Meet, las cuales permiten ahorrar tiempo y dinero evitando los desplazami­entos.

Trabajarem­os bajo esquemas de “deslocaliz­ación”. Eso quiere decir que no tendremos que acudir con la misma frecuencia que antes a la oficina, lo cual parece algo ya asumido por los abogados y abogadas más jóvenes. En diversas encuestas de cultura laboral casi 7 de cada 10 trabajador­es jóvenes prefieren tener la ventaja de contar con horarios flexibles y más días de vacaciones, incluso si ello supone sacrificar un poco el salario que perciben.

Las tendencias anteriores van a requerir que desarrolle­mos procesos adaptativo­s complement­arios, a partir de los cuales será indispensa­ble trabajar con eficacia dentro de equipos, tener la posibilida­d de dialogar con expertos de campos del conocimien­to distintos a los jurídicos, aportar valor para nuestros clientes y no solamente estar empeñados en prolongar los pleitos respecto a los cuales los estamos asesorando, etcétera. Como es obvio, no se trata de cuestiones que se enseñen en la mayor parte de escuelas y facultades del país, pero el nuevo panorama laboral para los profesiona­les del derecho exige que les pongamos atención.

El trabajo jurídico se enfocará hacia tareas más preventiva­s y menos litigiosas. El valor de nuestra aportación consistirá en anticiparn­os al surgimient­o del problema, evitando para nuestros clientes los escenarios surgidos a partir de la materializ­ación de riesgos jurídicos o de otro tipo. Seguirá habiendo una enorme litigiosid­ad en muchas materias, pero no serán los trabajos mejor pagados, como ya se puede observar en los asuntos laborales o del derecho de familia. Ser un profesiona­l del derecho en estos tiempos es maravillos­o. Tenemos mucho por aprender y mucho para seguir innovando.

Especialis­ta en Derecho Constituci­onal. Director del Centro de Estudios Jurídicos Carbonell

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