En los últimos
días hemos recibido noticias, por los diversos medios informativos, de hechos impactantes como homicidios múltiples y desapariciones de personas, así como masacres tales como la acontecida en el poblado de Cerocahui, municipio de Urique, Chihuahua, en la que un sujeto llamado José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, presuntamente asesinó a los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, así como al guía de turistas Pedro Palma, hechos ocurridos en el atrio de la parroquia que se ubica en ese poblado.
llega a ocupar la titularidad de una alcaldía o gubernatura de un estado o provincia lo hace, por lo general, con un equipo en materia de comunicación, el cual debe ser multidisciplinario y delineará la estrategia comunicacional.
Este crimen tan atroz y cobarde, ya que ambos sacerdotes aparte de su ministerio que merecía respeto eran ancianos, fue ampliamente comentado a nivel local y también nacional e internacional, pues inclusive fue objeto de condena por el papa Francisco.
Ante la presión ejercida por diferentes sectores de la sociedad civil, se han desplegado más de mil elementos del Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal, para lograr la detención del presunto criminal.
Debo resaltar que no se tenía referencia de un operativo de tal magnitud en la sierra de Chihuahua, ni siquiera cuando en el poblado de Creel ocurrió otra masacre, hace aproximadamente doce años, en la que asesinaron a más de diez personas.
Desde luego, el presidente López Obrador tocó el tema en una de sus diarias conferencias de prensa, coloquialmente denominadas “mañaneras”. A pregunta de un reportero, para que dijera si con motivo de estos acontecimientos pensaba cambiar la estrategia para combatir la inseguridad y la impunidad, su respuesta fue que no lo va a hacer, que va a seguir con su política de “abrazos, no balazos”, agregando comentarios tan estúpidos como los siguientes: “No vamos a cambiar aunque me critiquen los conservadores”, “los clérigos están apergollados por la oligarquía mexicana”, “no obedecen ni al Papa”, etc.
Y todo esto como respuesta a la petición de justicia que hacen de manera pacífica, clara y contundente los jesuitas y los diversos sectores de la sociedad.
Parece olvidar el presidente López Obrador que el país se encuentra ensangrentado por más de ciento veintidós mil personas privadas de la vida; que muy difícilmente se encuentra y juzga a algún responsable, es decir que priva la casi total impunidad.
En estas circunstancias, está obligado a cambiar su estrategia. Debe perseguirse con toda energía a los delincuentes y si es necesario usar en su contra todos los recursos bélicos de que se disponga, repeliendo con energía las agresiones de los criminales. Si ellos tiran a matar se debe responder de la misma manera. No es posible seguir soportando que gente sin ningún escrúpulo siga matando inclusive a mujeres y niños inocentes. Nada de abrazos a los asesinos.
Este mismo reclamo se hace a las autoridades estatales y a las municipales, en los casos en que estas últimas cuenten con los recursos para ello. La paz y tranquilidad de la sociedad solamente podría lograrse con la coordinación de los tres niveles de gobierno.
En México tuvimos renovación de alcaldías y gubernaturas hace un mes y el año pasado. Ha causado furor el caso de Gustavo Petro en Colombia, el de Gabrie Boric en Chile y próximamente lo hará la elección brasileña. En el mundo de la comunicación política se analizan las estrategias de quienes alcanzaron el triunfo electoral a posteriori, pero poco se analiza a los gobernantes en turno (con la excepción del caso AMLO, el cual arroja literatura considerable).
¿Cómo se comunican sus gobernantes con usted? ¿Qué canales le son más útiles para enterarse de lo que hace su gobierno municipal, estatal o federal? Y más importante: ¿A usted le interesa lo que tenga que decir el gobierno?
Es una realidad total, quien no quiera verlo, simplemente vive aislado de la realidad: el peso de los partidos políticos es cada vez menor; vivimos en los tiempos en los que el peso lo tiene la figura, el personaje. Casos contundentes son Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. En ambos casos, ellos se convirtieron en el partido y en el movimiento político, y no al revés, como sucedía en otras épocas.
Pero, a la hora de gobernar, ¿qué tanto conviene seguir con el protagonismo del ahora gobernante?
Como en el caso de AMLO, que como presidente de México es el único protagonista de gobierno: solamente él puede brillar, nadie más. No comparte el poder ni el rol protagónico de su administración; por eso es la estrella de las famosas “mañaneras”, el que se cuelga todos los triunfos, así como los fracasos y un desgaste de su liderazgo. Cuando estamos a punto de que, en algunos estados de México, las y los nuevos gobernadores, así como alcaldes y alcaldesas, cumplan su primer año de mandato es necesario hacer una reflexión sobre su estrategia de comunicación, medir su impacto, resultados y determinar el desgaste sufrido.
Hay quienes han optado por una estrategia similar a la de AMLO sin la fuerza que tiene el líder del partido oficial mexicano. Hay panistas, priistas, naranjas y perredistas que imitan a AMLO: sólo la cabeza de la alcaldía o del Ejecutivo estatal figura. Nadie más.
En algunos casos, vemos cómo el desgaste ha sido demoledor en la opinión pública o peor aún: pasan desapercibidos. En el primer caso, vemos a un alcalde, alcaldesa o gobernante estatal que atiende todos los temas (buenos y malos) mientras se desgasta su figura rumbo a una reelección o elecciones de medio término, y su equipo de trabajo ni sufre ni se acongoja porque su jefe o jefa hace todo el trabajo mediático. Así, hay que ponderar qué tan bueno es el exceso de protagonismo del gobernante porque puede aletargar a sus equipos y perder el rumbo de su administración.
ULTIMALETRA
Para tomar cualquier decisión en la estrategia de comunicación es primordial escuchar a la sociedad.