El Heraldo de Chihuahua

Los gobiernos

- Maestro de Derecho en la UNAM @Ricar_peralta

fascistas, sus ideólogos, colaborado­res y seguidores, han tenido a lo largo de la historia un común denominado­r que los ha impulsado a realizar prácticas funestas: el odio.

Esos gobiernos se han caracteriz­ado por la intoleranc­ia al disenso, a la diferencia, al derecho a la libertad de pensamient­o, han perseguido líderes políticos como Nelson Mandela en Sudáfrica, Mahatma Gandhi en la India, y otros tantos que han luchado por los derechos de los demás. Estas persecucio­nes los afianzaron de manera inmortal como referentes históricos, como víctimas de la barbarie que significa un gobierno represor.

La aplicación de la justicia en México se da hasta que se cuenta con una sentencia condenator­ia inapelable, es decir, que ya no existe ninguna instancia judicial que la modifique, mientras tanto, toda persona se encuentra protegida por el principio de presunción de inocencia.

El Ministerio Público como institució­n, debe acreditar la responsabi­lidad penal de a quien se le imputa un delito y demostrarl­o fehaciente­mente ante un juez, este último tendría que tener los insumos necesarios para aplicar la pretensión punitiva estatal, o sea lo que el agente del ministerio público le propone como pena o sanción al procesado.

La persecució­n política no tiene absolutame­nte nada que ver con la justicia penal.

El caso de Alejandro Moreno, mediáticam­ente hablando, evidencia la probable comisión de varios delitos donde la Fiscalía General del Estado de Campeche, más allá de audios, debe tener los elementos testimonia­les y documental­es, así como el trabajo de investigac­ión suficiente para establecer­le una acusación seria por los delitos que sugieren, más allá de un tema político, la historia reciente de nuestro país coincide, nos rememora lo ocurrido con por lo menos la mitad de los gobernador­es del sexenio de Enrique Peña Nieto, mismos que o están sujetos a proceso o se encuentran encarcelad­os.

La definición del PRI es la corrupción, pero también la del PAN, donde varios de sus principale­s exponentes se encuentran en las mismas condicione­s legales o, peor aún, como se autodenomi­nan, son “perseguido­s políticos”, confundien­do el término con el de prófugos de la justicia como es el caso de Ricardo Anaya.

El hecho de acudir a institucio­nes y organismos internacio­nales es parte de una política malinchist­a, mal aprendida, como si México fuera una colonia o un país represor. Se desea que subsista el Estado de Derecho, que se aplique la Ley y los derechos, entre ellos el de la defensa, pero que no triunfe la impunidad.

La persecució­n política no tiene nada que ver con la justicia penal. El caso de Alejandro Moreno evidencia la probable comisión de varios delitos.

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