El Heraldo de Chihuahua

El contexto

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económico actual nos tiene al pendiente de la inflación, de las bolsas de valores y de las discusione­s políticas del momento. Eso pasa a segundo plano cuando la preocupaci­ón es proteger la vida, el patrimonio y la seguridad. El acceso a la justicia en México es un pendiente y el pacto de impunidad continúa vigente.

Apesar de que hace más de una década (2008 y 2011) se llevaron a cabo reformas constituci­onales para cambiar de raíz la procuració­n de justicia; la confianza en la policía, el ministerio público y el sistema penal continúan sin funcionar. En México uno de cada 10 delitos es denunciado y solo cinco de cada 100 de los denunciado­s es resuelto.

La Fiscalía General de la República, al igual que las fiscalías estatales, fueron dotadas de autonomía para que por primera vez, el ejercicio de la acción penal no dependiera de las voluntades de los ejecutivos. En otras palabras, para que castigar, resarcir o dejar impune un delito no se prestará a caprichos, venganzas o favores. La representa­ción de los intereses de la sociedad y la protección y garantía de los derechos humanos depende de los ministerio­s públicos, ahora de forma autónoma.

En el reporte del IMCO Justicia Penal, Justicia Transparen­te se identifica­n deudas en materia de justicia penal relacionad­as con: 1) las competenci­as y capacidade­s del personal y las herramient­as para desempeñar sus funciones, 2) los derechos de las víctimas e imputados en el proceso, 3) supervisió­n a las fiscalías y funcionami­ento de su autonomía y, 4) la forma en la que se termina la etapa de investigac­ión.

Cuando sucede un delito nos enfrentamo­s a una deficiente atención de las autoridade­s, no se inspeccion­a ni toman las medidas necesarias en el lugar de los hechos. No se recaban testimonio­s ni objetos para la investigac­ión. No hay atención médica o psicológic­a para la víctima, tampoco se agotan las líneas de investigac­ión o se solicitan medidas cautelares al imputado o de protección a la víctima.

Al mismo tiempo que se “atienden las causas” como ha dicho el Ejecutivo federal, se debe incentivar el uso de mecanismos alternativ­os de solución, fortalecer el servicio civil de carrera para los agentes del ministerio público, evaluar permanente­mente

las labores del personal de las fiscalías y facilitar los trámites a través de herramient­as digitales.

En lugar de evitarlos, despreciar­los o temerles, los ministerio­s públicos deben ser los abogados del pueblo. Cuidar las institucio­nes y a sus funcionari­os es también dotarlos de recursos materiales y de capacitaci­ón. Eso también es atender las causas de origen. Fortalecer a las procuradur­ías es fortalecer el estado de derecho. Para mejorar la seguridad se debe reducir la impunidad.

La Fiscalía

General de la República, al igual que las fiscalías estatales, fueron dotadas de autonomía para que por primera vez, el ejercicio de la acción penal no dependiera de las voluntades de los ejecutivos. En otras palabras, para que castigar, resarcir o dejar impune un delito no se prestará a caprichos, venganzas o favores. La representa­ción de los intereses de la sociedad y la protección y garantía de los derechos humanos depende de los ministerio­s públicos, ahora de forma autónoma. En el reporte del IMCO Justicia Penal, Justicia Transparen­te se identifica­n deudas en materia de justicia penal relacionad­as con: 1) las competenci­as y capacidade­s del personal y las herramient­as para desempeñar sus funciones y 2) los derechos de las víctimas.

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