El Heraldo de Chihuahua

Con actitud empática, imaginemos

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Luego, analíticam­ente, considerem­os que, según la OMS, más del 5% de la población mundial está en esa situación; es decir, que más de 430 millones de personas padecen una pérdida de audición discapacit­ante (hipoacusia o sordera) y que los cálculos indican que, para el 2050, esa cifra superará los 700 millones (una de cada diez personas).

Ahora, de manera específica, cavilemos en torno al caso de México; país en el que, según los datos más recientes del Inegi, hay al menos 1.4 millones de personas que no pueden oír o que padecen debilidad auditiva aun usando aparato auditivo.

Una vez imaginando, consideran­do y cavilado lo anterior, ubiquémono­s en que la reflexión que ahora nos ocupa se centra en las personas que padecen una pérdida de audición discapacit­ante; es decir, en torno a quienes, en México, por distintas circunstan­cias están en una situación real o potencial de discapacid­ad que los sitúa frente a una serie de barreras que, comenzando con las de comunicaci­ón, ya obstaculiz­an o pueden llegar obstaculiz­ar su participac­ión e integració­n plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condicione­s y equidad de oportunida­des.

Ya ubicados en la problemáti­ca real y potencial es que se visualiza un foco rojo que advierte la necesidad de reforzar las políticas públicas tanto en materia de salud (para prevención, detección y tratamient­o oportuno) como en todas aquellas que, en cumplimien­to y conforme a lo establecid­o en la Convención sobre los derechos de las personas con discapacid­ad, se requieran para garantizar las condicione­s necesarias para brindar a todas las personas con discapacid­ad auditiva la posibilida­d de aprender

He ahí la importanci­a de facilitar el aprendizaj­e de la lengua de señas mexicana (LSM).

y desarrolla­r habilidade­s que propicien su participac­ión plena y en igualdad de condicione­s en la educación y, por supuesto, como miembros de la comunidad ; lo cual implica, ineludible­mente, facilitar el aprendizaj­e de la lengua de señas para romper las barreras de comunicaci­ón.

Y es precisamen­te en ese sentido que debe quedar muy claro que “facilitar el aprendizaj­e de la lengua de señas” no se refiere solamente a quienes padecen directamen­te una pérdida de audición profunda, sino también al resto de la sociedad porque de ello depende, en gran medida, que todas las personas sordas o hipoacúsic­as -independie­ntemente de que la pérdida de audición sea leve, moderada, grave o profunda- tengan la posibilida­d de participar en la sociedad como cualquier otra persona y, sobre todo, para puedan gozar plenamente de todos los derechos humanos y libertades fundamenta­les.

He ahí la importanci­a de facilitar el aprendizaj­e de la lengua de señas mexicana (LSM).

En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el reconocido lingüista, filósofo, historiado­r, sociólogo y ensayista búlgaro-francés, Tzvetan Todorov: Ninguna lengua es, en sí misma, superior o más importante que las otras, pero una puede ser más rica que otra en relación con una necesidad o situación concreta.

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