El Heraldo de Chihuahua

De vez en cuando nos

- Alejandro Cortés González-Báez Presbítero y doctor en Derecho Canónico www.padrealeja­ndro.org

encontramo­s con estudios, encuestas y reportajes de quienes desean cambios en la doctrina católica en temas de implicació­n moral. “Si la Iglesia no cambia —le oí decir a un supuesto editoriali­sta— se meterá en problemas”… ¿Más? Bastante tiene ya con tratar de salvar a tanta gente, sobre todo cuando es evidente el poco interés por parte de muchos en dejarse ayudar para alcanzar la vida eterna. ¡Cambios! ¡Ansían cambios! ¡Muchos cambios! Una moral flexible y poco exigente.

¡Sí señor! Algo que vaya por la línea indefinida del mundo moderno; una ética relajada; una fe sin dogmas; una vida ritual sin esquemas; un cristianis­mo ambiguo y un ordenamien­to sin leyes. Sólo antojos, modas, sentimenta­lismos, tolerancia con mucha luz y sonido: ¡Pasen, pasen y vean a la mujer barbuda!

Hace años, mientras estudiaba en la universida­d, tuve la suerte de convivir en la Residencia Universita­ria Panamerica­na con un estudiante de Leyes; listo, decidido, muy fuerte, de carácter irascible; muy seguro de sí mismo y un algo vanidoso. Pues bien, uno de tantos días se subió a un autobús que tenía todos los asientos ocupados y viajó de pie en el pasillo como cualquier mortal. Bueno, de pie hasta que el chofer frenó bruscament­e, pues cuando mi amigo se sujetó del tubo que tenía cerca, para su sorpresa y la de todos los pasajeros, se fue al suelo con el tubo en la mano. Del asombro pasó a la vergüenza cuando el hombre que viajaba junto a él —un plomero— le dijo: “Perdone joven... ¿me da mi tubo?”. Explicació­n: se había agarrado de un tubo equivocado; del que no estaba sujeto a la estructura del autobús.

A veces pienso en la humanidad comparándo­la con esa pobre gente que se ponen en manos de los famosos “polleros” y se dejan meter en la caja de un tráiler sin ventanas, sin asientos, sin tubos fijos, viajando como “dados en cubilete” y todo con la falsa promesa de llegar a un país donde podrán trabajar... aunque quizás, durante el viaje, se sientan libres por no estar sujetos a una estructura rígida; pero tristement­e, con frecuencia, cuando se abren las puertas

Entre las

maravillas que posee la Iglesia Católica está la inmutabili­dad de esas verdades que ha recibido por revelación del mismo Dios en temas de fe y moral. Verdades que no cambian con el paso del tiempo, ni de las culturas, ni de los hombres

de esos camiones, lo único que se encuentran son los cadáveres...: de quienes murieron por asfixia... y a oscuras. Nuestros líderes políticos y nuestros astros de cine y televisión suelen prometer la solución de todos los problemas en base a unos esquemas tan superficia­les como atractivos, por cómodos y baratos.

Entre las maravillas que posee la Iglesia Católica está la inmutabili­dad de esas verdades que ha recibido por revelación del mismo Dios en temas de fe y moral. Verdades que no cambian con el paso del tiempo, ni de las culturas, ni de los hombres. ¿Qué sería de esta Iglesia si cada Papa incluyera o suprimiera nuevos pecados?

Nunca faltarán dentro de la Iglesia Católica quienes se sientan incómodos con una doctrina que no cambia en lo que es esencial; pero Jesús no la fundó para tenernos contentos, sino para enseñarnos, y guiarnos hacia la unión eterna con él… aunque a veces nos resulte incómoda.

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