El Heraldo de Chihuahua

Cuando se escribe sobre lo mismo

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significa que el problema no se ha corregido o incluso, se ha incrementa­do. Hace unas semanas, tras el homicidio de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en Cerocahui, la Sierra Tarahumara fue epicentro de las noticias internacio­nales por los sucesos de violencia.

La gobernador­a reprobó los hechos y se comprometi­ó a regresar la paz a esa zona, pero seguido en Bocoyna asesinaron a la doctora Masiel Mexía, del IMSS-Bienestar. También causó conmoción el reciente asesinato de un pasante de medicina de la Universida­d Autónoma de Durango en un hospital de Pueblo Nuevo, mientras atendía a un paciente.

Debido al miedo a la violencia en zonas serranas, estudiante­s de la Facultad de Medicina, Enfermería y Odontologí­a de la Universida­d Autónoma de Chihuahua (Zacatecas y Durango también) protestaro­n para que la prestación de su servicio social obligatori­o no sea en lugares de alto riesgo, como la sierra y municipios como Bocoyna, Batopilas y Urique.

La violencia es un efecto dominó. La consecuenc­ia producida ante acontecimi­entos violentos genera otro tipo de violencias estructura­les, en este caso, repercute en el derecho a la salud.

Este un derecho humano reconocido internacio­nalmente y también se encuentra en el Tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible: Los estados deben garantizar una vida sana y promover el bienestar de todas las personas que tienen derecho la protección, servicios profesiona­les, idóneos y responsabl­es de la salud.

En lugares serranos, el servicio y acceso a salud es precario y en lugar de contratar médicos generales o especialis­tas (para evitar relaciones laborales, aunado a que no aceptan trabajos en la sierra), son los prestadore­s de servicio social quienes deben atender a la población. Esto en primera instancia disminuye la calidad en el servicio

En lugares

serranos, el servicio y acceso a salud es precario y en lugar de contratar médicos generales o especialis­tas (para evitar relaciones laborales, aunado a que no aceptan trabajos en la sierra), son los prestadore­s de servicio social quienes deben atender a la población. Esto en primera instancia disminuye la calidad en el servicio

y en segunda ahora estos soldados rasos a quienes mandan al frente de batalla de la salud a zonas complejas en situación de pobreza se retiran no por falta de agallas para trabajar, sino porque la zona de guerra ya no es contra enfermedad­es ni abusos laborales, sino contra balazos y metrallazo­s, y ante esos es mejor correr cobarde con sentido común, que morir siendo héroe e ingenuo. ¿Cómo van a asegurar la seguridad de estos estudiante­s, en caso de obligarles a ir?

Ahora son los médicos, pero pronto serán los maestros y servidores públicos; habrá más desempleo, abuso contra recursos naturales y abrirá la puerta a la impunidad para que cada quien haga lo que se le dé la gana. Urgen los “cómo sí” para transversa­lmente instaurar el bienestar por sobre las violencias, cuyas consecuenc­ias están afectando a la sociedad en todos los ámbitos.

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