Marca la actualidad el “fin” de la cultura
Es nuestro pasado, la raíz de la sociedad del presente; intentar siquiera entenderlo como un todo tiene grados de una enorme complejidad
La cultura está compuesta de un sinfín de referencias arraigadas en nuestro inconsciente que demarcan nuestro origen y “fin”, esta además refleja la complejidad de fenómenos en las estructuras sociales. En esta época de transición entre lo tradicional y la era digital, el que no logra adaptarse a los nuevos medios se rezaga y junto con él se lleva el conocimiento que contiene. De tal modo, lo cultural está en constante cambio, no obstante, el temor a salirse de lo tradicional frena las posibles metamorfosis. En consecuencia, los registros culturales quedan vulnerables al olvido, pues la resistencia al cambio es equivalente a la negación de la muerte. La cotidianidad y la cultura vienen de la mano y estas hacen referencias y provienen de las diferentes manifestaciones del lenguaje, escrituras religiosas, mitologías, literatura occidental u oriental y discursos filosóficos. Un ejemplo claro es la transmisión impuesta de cánones estéticos plasmados en el arte. De este modo, cada elemento a nuestro alrededor tiene un origen e historia, desde nuestras conductas hasta las tradiciones. Es decir, nuestro pasado es la raíz de la sociedad actual, por lo cual entenderlo como un todo tiene una gran complejidad.
En cuanto al arte, en la mayoría de sus representaciones hubo cambios estructurales, un ejemplo de ello serían los medios tradicionales como la pintura, que pasa de imitar la realidad con la intención de fidelidad para conservar momentos históricos hasta la llegada de la fotografía. Este nuevo invento redefinió las técnicas y propósitos del arte académico hacia la invención de nuevas realidades, pues ¿para qué representar algo que ahora la fotografía nos puede dar? Así surgió el arte moderno, esto fue un parteaguas, pues se podía dejar un sello original e individual en cada obra de arte, con paisajes y retratos expresionistas e impresionistas saturados de coloridos pigmentos, que si bien hacían referencia a un espacio-tiempo particular, no buscaban imitar la realidad. Sin la aceptación al cambio por parte de los artistas, no existiría “La noche estrellada” de Van Gogh, los “Nenúfares” de Monet, el surrealismo de Dalí o “El grito” de Munch.
Es importante no negar nuestro pasado, pero también es primordial estar abiertos a nuevos panoramas. Las metáforas y relatos de nuestros antepasados siguen presentes entre nosotros por su atemporalidad y universalidad, como el pasaje del Génesis donde Adán y Eva en el Edén desobedecen al comer una manzana. Esta referencia trascendió en el tiempo y se ha hecho presente en distintas expresiones populares. No obstante, este relato bíblico comparte con la mitología griega el símbolo de la manzana, la cual también es causa de discordia entre las diosas del Olimpo. Posteriormente, el morder una manzana es un momento clave en el cuento infantil de Blanca Nieves, el hilo conductor de este símbolo sigue hasta el logotipo de una de las marcas tecnológicas más cotizadas actualmente de Sillicon Valley: las culturas pasadas se manifiestan en la actualidad sin perder su sentido original, y las distintas épocas suman significados a los relatos, los símbolos, las filosofías o las tendencias en el mundo contemporáneo.
Existe resistencia ante los nuevos formatos de creación, divulgación, pensamiento y estilos de vida por el choque generacional, pero eventualmente la novedad se hará obsoleta. Cultura y arte son conceptos abiertos y tendríamos que aceptar sus modificaciones surgidas en su mayoría de grandes cambios que forman parte del panorama actual como las pandemias y las guerras. Recientemente, las plataformas de videoconferencia sirvieron para auxiliar nuestros modelos educativos y de trabajo. El estilo de vida cotidiano prioriza la agilidad en los procesos de producción, compra y venta, la comodidad de las personas. Estos avances tecnológicos han puesto en disputa lo tradicional y tangible con los nuevos formatos de trabajo a través de zoom, de monedas electrónicas o en el arte por medio de los NFT’s. Estos nuevos modelos de interacción quizá sólo sean vigentes por corto tiempo y eventualmente morirán si no logran adaptarse al choque cultural y generacional. Nos encontramos en un proceso de transición en donde paradójicamente viviremos los beneficios y desventajas del exceso de herramientas electrónicas. En un futuro próximo vendrá otro cambio en donde lo que hoy entendemos por cultura morirá y surgirán nuevos usos y costumbres que llenarán los vacíos de esta época. El cambio es constante, se deconstruyen los aprendizajes y se crean nuevos errores y aciertos. Al referirme al fin de la cultura lo hago en dos sentidos: como un final y a modo de objetivo. La cultura termina, pero renace. El objetivo de la cultura es promover la identidad social por medio del crecimiento racional de como entendemos e interactuamos en el mundo de acuerdo al contexto que nos tocó vivir. Las tradiciones se modificarán, algunas historias se olvidarán y las pinturas se harán polvo. Pero al comprender que el deterioro es inminente se puede fomentar la conservación de los registros culturales para permitir que la nueva tendencia reemplace o, mejor todavía, enriquecezca a la otra.