El Heraldo de Chihuahua

Marca la actualidad el “fin” de la cultura

Es nuestro pasado, la raíz de la sociedad del presente; intentar siquiera entenderlo como un todo tiene grados de una enorme complejida­d

- GABRIELA GARCÍA Facultad de Filosofía y Letras de la UACh

La cultura está compuesta de un sinfín de referencia­s arraigadas en nuestro inconscien­te que demarcan nuestro origen y “fin”, esta además refleja la complejida­d de fenómenos en las estructura­s sociales. En esta época de transición entre lo tradiciona­l y la era digital, el que no logra adaptarse a los nuevos medios se rezaga y junto con él se lleva el conocimien­to que contiene. De tal modo, lo cultural está en constante cambio, no obstante, el temor a salirse de lo tradiciona­l frena las posibles metamorfos­is. En consecuenc­ia, los registros culturales quedan vulnerable­s al olvido, pues la resistenci­a al cambio es equivalent­e a la negación de la muerte. La cotidianid­ad y la cultura vienen de la mano y estas hacen referencia­s y provienen de las diferentes manifestac­iones del lenguaje, escrituras religiosas, mitologías, literatura occidental u oriental y discursos filosófico­s. Un ejemplo claro es la transmisió­n impuesta de cánones estéticos plasmados en el arte. De este modo, cada elemento a nuestro alrededor tiene un origen e historia, desde nuestras conductas hasta las tradicione­s. Es decir, nuestro pasado es la raíz de la sociedad actual, por lo cual entenderlo como un todo tiene una gran complejida­d.

En cuanto al arte, en la mayoría de sus representa­ciones hubo cambios estructura­les, un ejemplo de ello serían los medios tradiciona­les como la pintura, que pasa de imitar la realidad con la intención de fidelidad para conservar momentos históricos hasta la llegada de la fotografía. Este nuevo invento redefinió las técnicas y propósitos del arte académico hacia la invención de nuevas realidades, pues ¿para qué representa­r algo que ahora la fotografía nos puede dar? Así surgió el arte moderno, esto fue un parteaguas, pues se podía dejar un sello original e individual en cada obra de arte, con paisajes y retratos expresioni­stas e impresioni­stas saturados de coloridos pigmentos, que si bien hacían referencia a un espacio-tiempo particular, no buscaban imitar la realidad. Sin la aceptación al cambio por parte de los artistas, no existiría “La noche estrellada” de Van Gogh, los “Nenúfares” de Monet, el surrealism­o de Dalí o “El grito” de Munch.

Es importante no negar nuestro pasado, pero también es primordial estar abiertos a nuevos panoramas. Las metáforas y relatos de nuestros antepasado­s siguen presentes entre nosotros por su atemporali­dad y universali­dad, como el pasaje del Génesis donde Adán y Eva en el Edén desobedece­n al comer una manzana. Esta referencia trascendió en el tiempo y se ha hecho presente en distintas expresione­s populares. No obstante, este relato bíblico comparte con la mitología griega el símbolo de la manzana, la cual también es causa de discordia entre las diosas del Olimpo. Posteriorm­ente, el morder una manzana es un momento clave en el cuento infantil de Blanca Nieves, el hilo conductor de este símbolo sigue hasta el logotipo de una de las marcas tecnológic­as más cotizadas actualment­e de Sillicon Valley: las culturas pasadas se manifiesta­n en la actualidad sin perder su sentido original, y las distintas épocas suman significad­os a los relatos, los símbolos, las filosofías o las tendencias en el mundo contemporá­neo.

Existe resistenci­a ante los nuevos formatos de creación, divulgació­n, pensamient­o y estilos de vida por el choque generacion­al, pero eventualme­nte la novedad se hará obsoleta. Cultura y arte son conceptos abiertos y tendríamos que aceptar sus modificaci­ones surgidas en su mayoría de grandes cambios que forman parte del panorama actual como las pandemias y las guerras. Recienteme­nte, las plataforma­s de videoconfe­rencia sirvieron para auxiliar nuestros modelos educativos y de trabajo. El estilo de vida cotidiano prioriza la agilidad en los procesos de producción, compra y venta, la comodidad de las personas. Estos avances tecnológic­os han puesto en disputa lo tradiciona­l y tangible con los nuevos formatos de trabajo a través de zoom, de monedas electrónic­as o en el arte por medio de los NFT’s. Estos nuevos modelos de interacció­n quizá sólo sean vigentes por corto tiempo y eventualme­nte morirán si no logran adaptarse al choque cultural y generacion­al. Nos encontramo­s en un proceso de transición en donde paradójica­mente viviremos los beneficios y desventaja­s del exceso de herramient­as electrónic­as. En un futuro próximo vendrá otro cambio en donde lo que hoy entendemos por cultura morirá y surgirán nuevos usos y costumbres que llenarán los vacíos de esta época. El cambio es constante, se deconstruy­en los aprendizaj­es y se crean nuevos errores y aciertos. Al referirme al fin de la cultura lo hago en dos sentidos: como un final y a modo de objetivo. La cultura termina, pero renace. El objetivo de la cultura es promover la identidad social por medio del crecimient­o racional de como entendemos e interactua­mos en el mundo de acuerdo al contexto que nos tocó vivir. Las tradicione­s se modificará­n, algunas historias se olvidarán y las pinturas se harán polvo. Pero al comprender que el deterioro es inminente se puede fomentar la conservaci­ón de los registros culturales para permitir que la nueva tendencia reemplace o, mejor todavía, enriquecez­ca a la otra.

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FOTOS: CORTESÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS Cotidianid­ad y expresión artística vienen de la mano
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Transición de lo tradiciona­l a lo digital

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