El Heraldo de Chihuahua

Comentario: el uso del tiempo

- RANIERO CANTALAMES­SA

Después de haber instruido a los discípulos en el correcto uso de las cosas -en el Evangelio del domingo pasado-, en el pasaje evangélico hoy Jesús les exhorta sobre el correcto uso del tiempo. Estamos ante una serie de imágenes y parábolas con las que Jesús exhorta a la vigilancia en la espera de su retorno. La cintura ceñida es señal de quien está preparado para emprender viaje, como los judíos durante la celebració­n de la Pascua en Egipto (v. Ex 12,11), y es también la disposició­n al trabajo. La lámpara encendida indica a quien se prepara para pasar la noche velando en espera de alguien. Jesús ilustra la necesidad de la vigilancia con otra imagen más, la del ladrón de noche.

Desearía proseguir en la línea de Jesús y añadir también yo una imagen y una parábola. Se trata del Himno de la perla que se remonta a la literatura de Oriente Medio del siglo I o II d.C. y que se nos ha transmitid­o por el apócrifo Hechos de Tomás. Trata de un joven príncipe enviado por su padre de Oriente (Mesopotami­a) a Egipto para recuperar una determinad­a perla que ha caído en manos de un cruel dragón que la custodia en su cueva. Llegado al lugar, el joven se deja descaminar; se sacia de un alimento se le habían preparado con engaño los habitantes del sitio y que le hace caer en un profundo e inacabable sueño. El padre, alarmado por el prolongami­ento de la espera y por el silencio, envía, como mensajera, un águila que lleva una carta escrita de su puño y letra. Cuando el águila sobrevuela al joven, la carta del padre se transforma en un grito que dice: "¡Despiértat­e, acuérdate de quién eres, recuerda qué has ido a hacer a Egipto y adónde debes regresar!". El príncipe se despierta, recupera el conocimien­to, lucha y vence al dragón y, con la perla reconquist­ada, vuelve al reino donde se ha preparado para él un gran banquete.

El significad­o religioso de la parábola es transparen­te. El joven príncipe es el hombre enviado de Oriente a Egipto, esto es, por Dios al mundo; la perla preciosa es su alma inmortal prisionera del pecado y de satanás. Él se deja engañar por los placeres del mundo y se hunde en un tipo de letargo, o sea, en el olvido de sí, de Dios, de su destino eterno, de todo. Le despierta, en este caos, no el beso de un príncipe o de una princesa, sino el grito de un mensajero celestial. Para los cristianos este mensajero enviado por el Padre es Cristo, que grita al hombre, como hace en el Evangelio de hoy, que se despierte, que esté alerta.

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Tú, ¿lo esperas a Él?

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