Chingar es una de las palabras
más comunes del vocabulario mexicano, casi todos la dicen, sin importar estrato social. Hace algunos años, una reconocida cerveza, implementó una campaña publicitaria que tuvo mucho éxito, pues no tenía censura, frases como, “Chingones hasta la muerte”, “El sabor chingón de México”, entre otras, se han escuchado frecuentemente en varios medios de comunicación.
Así mismo, el partido Movimiento Ciudadano la ha mencionado en varios spots. Es tan popular dicha palabra, que el premio Nobel de literatura Octavio Paz, en 1950, la analizó magistralmente en su reconocido libro El Laberinto de la Soledad, donde asegura que es un vocablo de origen azteca, Xinachtli (semilla de hortaliza). Dice un fragmento del ensayo, “En México, los significados de esa palabra son innumerables. Basta un cambio de tono al pronunciarla, una inflexión mínima, para que el sentido varíe. Hay tantos significados, como sentimientos, se puede ser un chingón, un gran chingón, chingoncito o un chingaquedito”.
En México se admira al chingón, sin embargo, muchos niños o adolescentes malinterpretan la palabra y terminan admirando, incluso imitando, al joven bravucón que le parte la cara a todos sus contrincantes en la escuela, que posteriormente comienza a creerse superior, le falta el respeto a sus profesores, luego abandona los estudios, y comienza a delinquir, después, ingresa a una organización criminal, sintiéndose el gran chingón, pues gana “mucho dinero”, pero no lo es, pues termina loco, muerto o en la cárcel. Los jóvenes, deben admirar e imitar a verdaderos chingones de la vida, por ejemplo, al emprendedor que se levanta a las 6 de la mañana para atender su negocio; al deportista que está entrenando desde muy temprano, al policía o militar honesto, que son condecorados por sus buenas acciones, al fundador de una asociación sin fines de lucro, que tiene como objetivo primordial ayudar a los demás. En el plano laboral, muchos se sienten chingones porque desobedecen