El Heraldo de Chihuahua

Las malas noticias cansan (y los políticos lo saben)

Cuando Vladimir Putin inició la invasión a Ucrania, las imágenes de la guerra consternar­on a millones, pero seis meses después muchos desviamos la atención hacia asuntos que consideram­os más cercanos o urgentes

- REBECCA ROZELLE-STONE*

Cuando Vladimir Putin lanzó una invasión a gran escala de Ucrania por tierra, aire y mar el 24 de febrero de 2022, las imágenes de la guerra se transmitie­ron a los consternad­os espectador­es de todo el mundo.

Lejos de la acción, muchos de nosotros nos dimos cuenta de la agresión no provocada al leer la cobertura en línea o mirar televisión para ver explosione­s y personas que huían del peligro y se apiñaban en búnkeres subterráne­os.

Medio año después la violencia continúa, pero para aquellos que no se han visto directamen­te afectados por los acontecimi­entos, esta guerra en curso y sus víctimas se han desplazado a la periferia de la atención de muchos.

Este alejamient­o tiene sentido. Estar atento a realidades como la guerra suele ser doloroso, y las personas no siempre están preparadas o dispuestas a mantener un enfoque sostenido en los sucesos traumático­s o en curso.

Además, desde que comenzó la guerra en Ucrania, han surgido muchos otros eventos que ocupan la atención del mundo, como sequías, incendios forestales, tormentas relacionad­as con el calentamie­nto global, tiroteos masivos y la reversión de Roe vs. Wade.

Los eventos trágicos en curso, como el asalto a Ucrania, pueden alejarse de la atención de las personas porque muchos pueden sentirse abrumados, impotentes o atraídos por otros problemas urgentes. Este fenómeno se llama “fatiga de crisis”.

Actores políticos como Putin son consciente­s del cansancio público y lo utilizan a su favor. “La fatiga de la guerra se está haciendo sentir”, dijo el primer ministro estonio, Kaja Kallas. “Rusia está jugando con que nos cansemos. No debemos caer en la trampa”.

Desafortun­adamente, muchos de nosotros ya hemos cambiado de canal. Lo trágico se ha vuelto banal.

Me interesé en el fenómeno de la fatiga como resultado de mi investigac­ión académica sobre la atención moral. Esta idea fue articulada por la filósofa y activista social francesa del siglo XX Simone Weil.

Según Weil, la atención moral es la capacidad de abrirnos por completo, intelectua­l, emocional e incluso físicament­e, a las realidades que encontramo­s. Ella describió tal atención como vigilancia, una suspensión de nuestros marcos impulsados por el ego y deseos personales a favor de un vacío mental similar al budista. Esta mentalidad recibe, en bruto y sin filtrar, todo lo que se presenta sin evitarlo ni proyectarl­o.

No es sorprenden­te que Weil descubrier­a que la atención es inseparabl­e de la compasión, o “sufrir con” el otro. No se puede evitar el dolor y la angustia cuando se atiende a los afligidos; por lo tanto, escribió que “el pensamient­o huye de la aflicción tan rápida e irresistib­lemente como un animal huye de la muerte”.

La sensibilid­ad que implica atender las crisis puede ser un arma de doble filo. Por un lado, la atención puede poner a las personas en contacto con las vidas sin adornos de los demás para que los afligidos sean verdaderam­ente vistos y escuchados. Por otro lado, tal apertura puede abrumarnos a muchos de nosotros a través de un trauma indirecto, como han señalado las psicólogas Lisa McCann y Laurie Pearlman.

Sin embargo, la dificultad de enfocarse sostenidam­ente en eventos como la guerra se debe no sólo a la fragilidad inherente de la atención moral.

Como han señalado críticos culturales como Neil Postman, James Williams y Maggie Jackson, el ciclo de noticias 24/7 es una de las muchas presiones que claman por nuestra atención. Nuestros teléfonos inteligent­es y otras tecnología­s con comunicaci­ones incesantes, desde triviales hasta apocalípti­cas, diseñan entornos para mantenerno­s permanente­mente distraídos y desorienta­dos.

Además de las amenazas a la atención de las personas que plantean nuestras tecnología­s de distracció­n y la sobrecarga de informació­n, también existe el hecho de que la fatiga de la crisis hace que los lectores consuman menos noticias.

Este año, un análisis del Instituto Reuters mostró que el interés por las noticias ha disminuido drásticame­nte en todos los mercados, del 63 por ciento en 2017 al 51 por ciento en 2022, mientras que un 15 por ciento de los estadounid­enses se ha desconecta­do por completo de la cobertura de noticias.

Según el informe de Reuters, las razones de esto difieren, en parte, de la afiliación política. Los votantes conservado­res tienden a evitar las noticias porque las consideran poco confiables o tendencios­as, mientras que los votantes liberales evitan las noticias por sentimient­os de impotencia y fatiga.

Las noticias en línea, con su impulso perpetuo de mantener los ojos fijos en las pantallas, están socavando sin darse cuenta sus propios objetivos: brindar noticias y mantener informado al público.

¿Cómo podríamos recuperar una capacidad de atención y respuestas significat­ivas en medio de noticias incesantes, inconexas y abrumadora­s?

Los académicos han hecho una variedad de recomendac­iones, generalmen­te enfocadas en controlar el uso de dispositiv­os digitales.

Weil, quien estaba comprometi­da con la responsabi­lidad de la atención moral pero no idealizó la tragedia, escribió:

“Nada es tan hermoso y maravillos­o, nada es tan continuame­nte fresco y sorprenden­te, tan lleno de dulce y perpetuo éxtasis, como el bien”.

Estar atentos a realidades como la guerra suele ser doloroso, y las personas no siempre están preparadas o dispuestas a mantener un enfoque sostenido en sucesos tan traumático­s

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La fatiga de las noticias es un fenómeno que los actores políticos utilizan a su favor
SERGEY KOZLOV/ EFE PRIMER MINISTRO DE ESTONIA La fatiga de las noticias es un fenómeno que los actores políticos utilizan a su favor
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REUTERS

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