¿División de poderes?
Actualmente, en México,los temas de la prisión preventiva oficiosa y de la Guardia Nacional a cargo del Ejército han venido a exhibir la ausencia de contrapeso al Poder Ejecutivo tanto por parte del Poder Legislativo como del Poder Judicial. Los ciudadanos estamos atestiguando debilidades en el sistema de poderes.
El sistema republicano y democrático que se presume en el discurso se muestra débil en la realidad que exige la efectiva autonomía de los poderes. No hay esa división necesaria que posibilite un equilibrio a partir de la autonomía. Sin equilibrio, sin límites, sin contrapesos; así andamos en materia de gobierno.
El principio de División de Poderes es fundamental en los países democráticos. Si México pertenece a la clase de países, entonces la aplicación de dicho principio debe defenderse y sostenerse a partir de la convicción y respeto hacia él por parte de los protagonistas en el gobierno, ejerciendo a plenitud su autonomía. En el marco de la autonomía de los poderes se debe desarrollar el debate. Para que haya debate se debe apelar a la razón. Entonces la división de poderes debe entenderse como un efectivo ejercicio de razón, pero en México estamos viendo un choque de fuerzas más que una discusión racional sobre estos temas de interés público.
La presión política de uno de los poderes sobre los otros dos, queda evidenciada en la confrontación irreflexiva a través de reproches, calificativos y amenazas, así como en la ausencia de disposición al diálogo y en la polarización de fuerzas de los grupos que ven en su antagonismo el motivo para la guerra y no la oportunidad para el debate comprometido con el bien público.
El debate es el recurso de las democracias en un Estado de derecho. Entre los poderes (debidamente divididos) debe fomentarse el debate como el único recurso válido para llegar a los acuerdos importantes para la nación. En el debate hallamos las posiciones y las contraposiciones en un juego dialógico; no hay lugar para las imposiciones.
El debate y la razón son la estrategia democrática. La presión, la fuerza de un poder para imponerse sobre los otros no es signo de democracia. La polarización política nos extravía, nos desvía -más bien-, en relación con los fines superiores de los poderes públicos, de la discusión seria y profunda de los temas de interés colectivo.
Dividir los poderes es limitarlos y al mismo tiempo fortalecerlos; es decir, ninguno está encima del otro; es decir, ninguno es sirviente de los otros. El poder -cualquiera de los tres en nuestro país- es un instrumento al servicio de todos, una herramienta para el bien común y no para el bien parcial o de grupos. Al final de cuentas, como lo pensaba el filósofo John Locke, la división de poderes previene los abusos. Una división de poderes débil facilita los abusos. Un poder sumiso, sin autonomía, no es realmente poder, sino un apéndice, un despacho u oficina más del poder que abusa.