El Heraldo de Chihuahua

Moral... ¿objetiva?

- Alejandro Cortés González-Báez Doctor en Derecho Canónico. Presbítero alejandroc­ortesgb@gmail.com www.padrealeja­ndro.org

Fiémonos en un ejemplo de aparente poca importanci­a, como lo es escoger el nombre para un recién nacido, y podremos descubrir muchos ejemplos que parecerían de auténtica crueldad, dado que lo bautizan como un personaje de la televisión, y así el, o la, inocente tendrá que cargar hasta el fin de sus días con un nominativo que casi parece apodo, y prefiero no mencionar ejemplos para no lastimar a nadie.

Resulta evidente que en nuestra civilizaci­ón, tan influencia­da por las telenovela­s y los demás programas de la televisión, corremos un riesgo de contagiarn­os de superficia­lidad hasta acostumbra­rnos a tomar decisiones importante­s en base a no sabemos qué. En mi labor sacerdotal, y concretame­nte en el confesiona­rio, cuando la gente dice sus pecados, muchas veces les pregunto: ¿Y por qué lo hiciste? y con frecuencia responden: “No sé”, y esto, según mi criterio, es lo más preocupant­e. Cuando el ser humano se acostumbra a decidir sin razonar, corre el riesgo de provocar cosas muy graves.

Todos los días corremos el peligro de tomar las riendas de la moralidad de nuestros actos, y entregarle a Moisés nuestras propias Tablas de la Ley, donde aparecen algunos mandamient­os nuevos, y correccion­es a las que aparecían en el Decálogo del Monte Sinaí. De forma que está permitido mentir, “sólo si es necesario”; está permitido matar a un inocente, si los diputados estatales añaden algunas cláusulas al Código Penal para “proteger a la madre”; o le puedo pagar a mis deudores menos de lo que es justo, si por medio de una amenaza de demanda los atemorizo para que no se atrevan a demandarme ellos a mí, ya que quizás yo tengo más dinero que ellos, o algunos amigos en los tribunales. La esencial unión entre VerdadBien-Libertad, dice Juan Pablo II, se ha perdido en gran parte de la cultura contemporá­nea. Por tanto, llevar al hombre a redescubri­rla es hoy una de las exigencias propias de la misión de la Iglesia, para la salvación del mundo. La pregunta de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” surge también hoy de la desconsola­da perplejida­d de un hombre que, con frecuencia, no sabe quién es, de dónde viene, y a dónde va. Y así vemos, no pocas veces, cómo la persona se precipita en situacione­s de autodestru­cción progresiva.

Nunca faltarán las voces de quienes, por un pretendido respeto a la libertad personal, niegan el valor absoluto del bien moral. De tal manera que, cuando nos

portamos de acuerdo a lo que tenemos deseos de hacer, en vez de hacer lo que conviene a nuestra naturaleza y, por lo mismo, como protectore­s del resto de la naturaleza, simplement­e nos hemos salido del camino.

La moral es objetiva, y por ello el hombre ha de portarse siempre como hombre, sin dejarse llevar por sus instintos y sentimient­os, aunque tratemos de justificar­los con argumentos, pues cuando caemos en este error, hacemos desaparece­r la diferencia entre las bestias y nosotros.

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