El Heraldo de Chihuahua

En la etapa de adolescenc­ia

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la educación media la cursé en el Colegio de Bachillere­s plantel número 2 turno vespertino, el territorio Cheyenne, ubicado en la calle Décima de la colonia Santa Rosa de esta capital; entre los compañeros del salón estaba Talía Grajeda ocupando siempre la última butaca y atenta a lo que maestros como Roberto Limas, de Biología, o Valdemar Torres, de Lectura y Redacción nos explicaban.

Pasó el tiempo y cada uno de los escolapios agarramos por diversos rumbos, unos continuamo­s la formación profesiona­l en alguna universida­d, otros se fueron del país a buscar un mejor futuro y otros más se dedicaron a trabajar desde ese entonces. La vida nos presenta diferentes escenarios a cada uno de sus protagonis­tas, así es esto.

Varios años pasaron para volverme a encontrar con Talía, mujer luchadora que enfrentand­o algunas adversidad­es sacó adelante a sus tres hijos teniendo como bandera de vida la cultura de la no violencia y defendiend­o los derechos de la mujer.

En el reencuentr­o me comentó, entre otras cosas, que pensaba escribir una novela basada en la vida real, cuyo arranque lo embellecer­ía un lugar escondido de la lejana serranía y con un nombre que nos motivaría a leerla, “Lazos”. La semana pasada el sueño de mi ahora amiga escritora se hizo realidad, fue el Museo Sebastián, de la calle Juárez, recinto que expone al público bellos dibujos y fotografía­s de edificios y lugares representa­tivos de la ciudad de Chihuahua, donde la autora acompañada de su hija Valeria y el joven Pepe Santillane­s, de la casa editora, presentaro­n este libro que con una cuidada y fuerte portada (fotografía de Isabel Ruiz Figueroa) nos enlaza desde sus primeras páginas a una historia que remueve varios de los sentimient­os del ser humano al descubrir o recordar que desde la infancia se tiene que distinguir entre el bien y el mal y que todos tenemos que luchar por nuestra libertad día con día. Los personajes de “Lazos” (tendrán que descubrir el porqué del nombre) son afinados de tal manera en que el lector los imagina de inmediato.

Isabela, una niña que es apartada con engaños de su hogar, doña Cristina, dueña de la hacienda y carente del amor de su esposo Juan, y la pequeña Alondra, niña enfermiza que representa la esperanza de la protagonis­ta principal enriquecen esta novela de una escritora chihuahuen­se cuyo talento le permitió derramar su tinta y compartírn­osla en 195 páginas que ya encontraro­n lugar en la Feria Internacio­nal de Guadalajar­a y de ahí, segurament­e, en otras latitudes. El filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre, conocido como el pensador de la libertad, sostenía que no se era escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan; así Talía Grajeda con su pluma puede portar ya el calificati­vo de “cscritora” cuyas palabras asoman un toque de intriga y de sospecha. Atrévanse a leerla, apoyemos el talento chihuahuen­se, pos luego.

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