Lo he repetido
decenas de veces en distintos espacios. La falta de estrategia en materia de seguridad favorece las actividades del crimen organizado y la delincuencia común; y todo esto, aunado a un sistema de justicia frágil en el que la impunidad es el común denominador, da como resultado un escenario que los mexicanos no necesitamos imaginar por qué lo vivimos. Por eso, precisamente por esto, es que la estrategia marcada por la Federación en materia de seguridad se vuelve tan relevante.
Desde la llegada de este gobierno se habló de la pacificación del país como un proceso que iniciaría con un cambio de paradigma. Desde el cambio en cómo tratar las adicciones, pasando por un sistema penal que realmente esté enfocado en la readaptación, hasta la profesionalización permanente de los cuerpos de seguridad. Esa es una estrategia, una real y verdadera estrategia, a la que algunos estados gobernados por la oposición, como el de Chihuahua, no les queda más que reconocer y seguir, pues, por lo contrario, ante la carencia de un plan el caos en la materia se presenta muy fácilmente.
El recuento de al menos los últimos dos sexenios en materia de seguridad es desastroso. Tenemos una guerra que sí militarizó, la guerra de Calderón, y fue prioridad en las finanzas públicas, pues el gasto público ejercido en las funciones de justicia y seguridad llegó a 1.8 billones en ese sexenio; 2 mil 500 armas fueron compradas en Estados Unidos y trasladadas a México de manera ilegal en el operativo Rápido y Furioso.
En 2006 había seis cárteles en el territorio nacional y en 2012 se identificaron ya 16. Aquello que se suponía que venían a hacer, acabar con el crimen organizado, terminaron haciendo más socios, y como no, si en la Secretaría de Seguridad tenían al socio mayor, García Luna, que en efecto resultó ser un poderoso cártel, un cártel que los panistas patrocinaron y que hoy está perseguido por la justicia y que son confesos narcotraficantes. Todo ese patrocinio de la guerra terminó
militarizando al crimen organizado. Durante seis años de la guerra de Calderón se destruyó el tejido social, se corrompió a las instituciones de seguridad pública y convirtió la seguridad de este país en un negocio muy redituable para las autoridades.
Todo este negocio convirtió a Ciudad Juárez en el epicentro de la violencia. Calderón, sí, mandó 5 mil tropas a Ciudad Juárez para combatir supuestamente la violencia, no fue suficiente, terminaron enviando 7 mil tropas más a la región, que en nada solucionaron la situación, lo único que hicieron fue apalear al miedo y la desconfianza, la misma que usan hoy para descalificar la estrategia de seguridad que día a día vamos tejiendo desde la Cuarta Transformación.
En el discurso y la parafernalia que tanto le gusta a los panistas, descalifican cada paso que damos en esta estrategia para la pacificación del país, mientras, los gobernadores de oposición, sin ir más lejos, el gobierno de Chihuahua reconoce que la estrategia, los planes y las acciones que se realizan son necesarias para lograr traer seguridad a las personas. La permanencia de las fuerzas armadas en las calles, acompañadas de su debido protocolo de actuación, es un paso más hacia la pacificación del país, es un paso más hacia la profesionalización de los cuerpos de seguridad, es un apoyo, un acompañamiento que no será eterno, pero que por ahora es importante. El miedo en las calles y la inseguridad es un reto que vencer para este gobierno y estamos en el camino correcto.