El pasado jueves
se cumplieron 100 días
Javier Campos, SJ, y Joaquín Mora, SJ, en la sierra Tarahumara, sin que el presunto autor del delito, José Noriel Portillo, apodado “El Chueco”, líder criminal en la zona, haya sido detenido.
D iez días después de los hechos el subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía Berdeja, dio a conocer que, como parte de los operativos de seguridad en la Sierra Tarahumara, para detener a El Chueco, se había detenido a 11 personas vinculadas con este presunto criminal, entre ellas tres de sus familiares. Es más, aseguró que
de la Guardia Nacional para abatir a los criminales.
Portillo dirigiría una célula del grupo delictivo “Gente Nueva”, considerado como el brazo armado y operativo del Cártel de Sinaloa en Chihuahua. Se le acusa también del homicidio del joven estadounidense, Patrick Braxton Andrew, asesinado en 2018. Y del activista Cruz Soto Caraveo, integrante del Colectivo de Familias Desplazadas Forzadamente de la Sierra Tarahumara.
Después del pirotécnico anuncio de Mejía Berdeja, nada. Hoy se vive en ese municipio un clima de fragilidad, pues a decir de Javier Ávila SJ, quien encabeza la vocería de este caso,
en el municipio de Urique, Chihuahua. Lo cual, asegura, genera miedo en las comunidades y una gran incertidumbre sobre el futuro. Es fundamental que este asesinato no quede impune.
“Es por eso urgente que se fortalezca la seguridad para la población civil en la región, con una estrategia que apueste a la paz a mediano y largo plazo. La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús está convencida y reitera que
en Cerocahui, ya que se necesita construir paz y seguridad mediante el trabajo comunitario y civil”, dice Ávila a nombre de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
Cabe recordar que el presidente López Obrador tuvo como respuesta ante dichos asesinatos sus condolencias a las familias de las víctimas, la promesa de que no habría impunidad acusándola de subirse al tren de sus enemigos políticos y a las voces que descalificaban por motivos aviesos, oscuros e interesados su estrategia de seguridad y la militarización de la seguridad pública.
Hasta al Papa Francisco le tocó raspón por exhibir internacionalmente los índices de criminalidad mexicanos.
Lejos de amilanarse, los hermanos de Javier y Joaquín han seguido insistiendo en que su crimen no debe quedar impune. “Dicha tragedia ha dejado dolor e indignación, pero también
y por la justicia para todas las víctimas de la violencia en nuestro país. “La memoria de nuestros hermanos y de tantas víctimas en el país impide el olvido y la empatía permite que nos cobijemos en un solo cuerpo. Por eso, Señor, ilumina a quienes ejercen el poder, que nunca se cierran a la escucha de las víctimas, pues ellas son ejemplo y guía”. Y rematan diciendo que tienen el reto de vencer la impunidad y de tener una Tarahumara y un México pacífico.