Huele a kilómetros de distancia
La falta de atención a pasivos ambientales, emisiones de contaminantes industriales, descargas de aguas residuales del rastro municipal e hidrocarburo, así como la mala operación del relleno sanitario, han convertido a Salamanca en una ciudad que se caracteriza por su olor, generalmente imperceptible para sus habitantes pero que, a decir de los foráneos, huele a combustible, residuos urbanos y pesticidas.
Lo más grave es que estos olores ya han permeado en municipios aledaños, como Irapuato, Valle de Santiago, Celaya e incluso llegan hasta Querétaro, de acuerdo con datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Si bien la actividad industrial es un bastión importante para el desarrollo económico de Salamanca, los ciclos productivos de Petróleos Mexicano (Pemex), la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y 126 empresas de competencia federal, han provocado afectaciones que han derivado en fases de vulnerabilidad atmosférica y precontingencias por altas concentraciones de PM10, así como de SO2 (Dióxido de Carbono).
En este contexto, luego de seis años en que no se rebasó la norma respecto a Dióxido de Azufre, este 2022, se presentaron tres precontingencias debido a ello y una más por altos niveles de PM10. Aunado a ello durante el pasado mes de agosto, una nube amarilla cubrió parte de la atmósfera de Salamanca en la zona oriente; ante la emanación de remanentes de hidrocarburo provocada por la interrupción en la operación de un soplador de la planta Catalítica FCC de la Refinería Ingeniero Antonio M. Amor (RIAMA).
Las afectaciones ambientales han alcanzado los cuerpos de agua principalmente los cauces de los ríos Lerma y Temascatío,
en lo que se han vertido restos de hidrocarburo y otras sustancias, lo que genera un foco de contaminación que no permite el riego cuando sus niveles son bajos.
Por años, representantes de asociaciones ambientales como Valle del Lerma, Humanos por Amor a la Madre Tierra, el Observatorio Ambiental Ciudadano y el Consejo Consultivo Ambiental, han demandado sin éxito la remediación de los pasivos ambientales.
Unos de los temas ambientales con mayor rezago es la atención y confinamiento de más de 14 mil toneladas de agentes tóxicos y cancerígenos a cielo abierto, que en temporada de lluvias se filtran a los mantos freáticos, principalmente plaguicidas organoclorados y fosforados, que en la actualidad están prohibidos al ser nocivos para la salud y el medio ambiente.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) identificó más de 100 sustancias entre las que se encuentran plaguicidas, metales, azufre, plomo, mercurio y DDT, entre las más tóxicas y peligrosas, que al respirarse pueden provocar diversas enfermedades, situación que han padecido vecinos de colonias como La Cruz, Nativitas, Jardines del Sol, Obrera y el Pitayo, que al registrarse fuertes vientos esparcen un olor parecido al ajo en mal estado; causando molestias como picazón de garganta, nauseas y mareos.
Otra de las fuentes identificadas en la emanación de aromas molestos y nocivos, se encuentra al sur de la ciudad, a un costado del libramiento Valle de SantiagoCelaya, en la comunidad San José de Ulapa, en la que se perciben olores parecidos a combustible quemado sobre todo durante la temporada de calor, debido al tiradero de residuos tóxicos vertidos por la empresa Quidesa, de los cuales sólo se retiró un 10% de las más 30 mil toneladas ahí vaciados.
San José está prácticamente adjunto a la zona donde se encuentran estos pasivos, por lo que sus pobladores padecen el olor y las concentraciones de lodos tóxicos que se han incrementado con el calor y la humedad, por lo que temen padecer afectaciones de las vías respiratorias.