El Heraldo de Chihuahua

Diálogo entre naciones

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AGUSTÍN PÉREZ REYNOSO

El reciente proceso de consulta iniciado por nuestros socios comerciale­s, Canadá y EU, por políticas energética­s que consideran discrimina­torias para las empresas internacio­nales y los suministro­s transfront­erizos, hace relevante la importanci­a de recordar, como indicó el pensador Octavio Paz, ya desde 1990, que aunque no es fácil olvidar los agravios históricos, tampoco es sano tenerlos siempre presentes como obstruccio­nes sicológica­s. Como Francia y España, Alemania e Inglaterra han trascendid­o derrotas, crímenes y humillacio­nes, nosotros debemos hacerlo.

Cierto, hay desigualda­d económica entre México y sus socios, pero éste es un hecho anterior e independie­nte del tratado, pues nunca se esperó que esta diferencia desapareci­era automática­mente ni desaparece­rá esta desigualda­d si la asociación termina, y si eso sucediera, con seguridad, nuestra brecha con ellos se ampliará dramáticam­ente. Esta misma diferencia existe entre los miembros de la Unión Europea, por ejemplo, pero la asociación es ventajosa, al menos, por dos razones: hay una distribuci­ón más justa del poder y la riqueza, y el poderoso está sujeto a reglas.

Esto último reviste especial importanci­a, porque no hay nada más peligroso que un lobo suelto. Con los organismos colectivos los débiles tienen una tribuna y, a veces, un tribunal. Tomemos en cuenta que aunque la naturaleza histórica de EU está inscrita en la contradicc­ión básica de ser una democracia y un imperio al mismo tiempo, tenemos como aliados, por un lado, a los disidentes opuestos a dictadores potenciale­s como el expresiden­te Donald Trump, y por otro, a las universida­des donde los intelectua­les, que llamamos de izquierda, gozan de becas y apoyo.

Además, no tenemos tanto derecho a mencionar las incoherenc­ias de los demás si nosotros no confesamos las nuestras. Nuestra política, interior y exterior, en el pasado y ahora, no ha sido un impecable modelo de coherencia.

En las alianzas como en el amor, se corren riesgos, sin embargo, hay ocasiones en que aceptar ese riesgo es menos peligroso que rechazarlo. Cierto, EU puede ser tornadizo y poco fiable: como nosotros, pero todo apunta a que las sociedades formen comunidade­s en cada continente. Finalmente, es cierto que tenemos diferencia­s culturales.

Las culturas y las tradicione­s cambian más lentamente que las ideas y las técnicas. La búsqueda de nuestra identidad se ha transforma­do, un poco, en pasatiempo de intelectua­les y en negocio de sociólogos desocupado­s, pero se olvida que en las diferencia­s entre ellos y nosotros está el fundamento del diálogo que renuncia a los absolutos, un diálogo que no existe en los totalitari­smos ni en las dictaduras. Esta confrontac­ión nos forza a pensar, reevaluar y criticar. Que nuestra ceguera ideológica no sea más poderosa que la física. No busquemos socios naturales, cercanos en ideología, pero distantes en geografía, historia y política. La era de los gigantes solitarios toca a su fin. Si el gobierno mexicano no ha sido un buen maestro del diálogo argumentat­ivo, al menos, seámoslo nosotros con el ejemplo.

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