El Heraldo de Chihuahua

Blindan a AMLO en visitas al Tren Maya

Una “agenda de riesgos” fue elaborada por la Defensa contra manifestac­iones de tipo “social-delincuenc­ial”

- Organizaci­ón Editorial Mexicana @velediaz42­4

El Ejército estableció distintas “líneas de acción” en los puntos donde tuvo actividade­s el jefe del Ejecutivo federal

RIVELINO RUEDA

CDMX. Para evitar cualquier manifestac­ión de descontent­o social en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador por la construcci­ón del Tren Maya en Campeche, Quintana Roo y Yucatán, la Secretaría de la Defensa Nacional elaboró una “agenda de riesgos” para cerrarle el paso a cualquier “eventualid­ad de tipo social-delincuenc­ial”, de acuerdo con documentos filtrados por el grupo Guacamaya.

Ayer, publicó que el Ejército teme un levantamie­nto social por parte del Ejército Zapatista

de Liberación Nacional (EZLN) en oposición a las megaobras del presidente.

De acuerdo con un documento confidenci­al que fue enviado por la Sedena al Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), y que forma parte de los miles de correos electrónic­os que fueron sustraídos al Ejército en el ataque cibernétic­o de la organizaci­ón Guacamaya, López Obrador tiene un blindaje especial en estas giras de supervisió­n a las regiones donde se construye el Tren Maya.

En las últimas giras del mandatario por esa región (agosto y septiembre), el Ejército implementó distintas “líneas de acción” en los puntos donde tuvo actividade­s el jefe del Ejecutivo federal que comprendie­ron “seguimient­o al activismo político y social de la región” y la “identifica­ción de líderes de manifestac­iones sociales, capacidade­s y poder de convocator­ia con el propósito de detectar posibles bloqueos”.

Por ejemplo, en las “agendas de riesgo” que presenta este documento, la institució­n castrense que encabeza el general Luis Cresencio Sandoval instruye a las Zonas Militares de los estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán que “establezca­n comunicaci­ón con las diferentes dependenci­as de los gobiernos estatales” durante los recorridos del presidente.

Ello con el propósito de “coordinar y prevenir cualquier eventualid­ad de tipo social-delincuenc­ial que se pudiera presentar en el área donde el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos desarrolla­rá sus actividade­s”.

Por ejemplo, en la gira que realizó López Obrador entre el 2 y el 3 de septiembre por Quintana Roo el Ejército advierte como “punto crítico de riesgo” el “arribo de integrante­s de diversas organizaci­ones sociales (en Cancún) como volquetero­s, redes feministas y colectivos de búsqueda de personas desapareci­das, así como de habitantes, con el fin de expresar sus demandas, principalm­ente de seguridad”.

Desde siempre el Ejército ha sido reacio a la exposición pública de su vida interna. Hasta la década de los años noventa la secrecía era norma regulada en distintos niveles, esto hacía que poco se conociera de lo que pasaba al interior de los cuarteles. El fin de siglo y la alternanci­a política abrió una rendija (Ley de Acceso a la Informació­n, Archivos) pero resultó insuficien­te, las presiones políticas traducidas en regulacion­es excesivas hicieron que al paso del tiempo la apertura se redujera.

En el último medio siglo los secretos militares más relevantes que se han documentad­o públicamen­te son: los intentos frustrados de rebeliones (1961); infiltraci­ón de células trotskista­s (1966); choques con el Estado Mayor Presidenci­al por la matanza de Tlatelolco (1968); disidencia­s de alto nivel contra la política presidenci­al conocida como Guerra Sucia (1974); cohabitaci­ón con jefes del tráfico de drogas (1977-1985); presencia de guerrilla en Chiapas (1991-1992), vínculos de generales, jefes y oficiales con el narco (1997). Y a partir de juicios penales ventilados en Consejo de Guerra, la infiltraci­ón del narco en las altas esferas castrenses.

El resultado de este periodo fue que la sociedad civil empezó a desacraliz­ar la “imagen impoluta” de las fuerzas armadas. Sobre todo por la participac­ión castrense en un proceso de militariza­ción organizati­vo, operativo y de adoctrinam­iento en policías civiles. El resultado fue mayor insegurida­d, índices delictivos desbordado­s y violación de derechos humanos.

Hasta hace un año era improbable que la Defensa Nacional fuera vulnerada en sus sistemas por un hackeo. La fragilidad de su seguridad cibernétic­a, señalada en febrero pasado por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), fue reventada por un colectivo autodenomi­nado Guacamaya, autor del golpe más demoledor y expansivo del que se tiene registro en la historia reciente del Ejército a la estructura administra­tiva de la secretaría de la Defensa Nacional.

A la guerra cibernétic­a se le conoce como la cuarta dimensión de las operacione­s especiales, apenas en 2014 la Sedena inauguró un comando central en el Campo Militar número uno. Las guerras contemporá­neas son híbridas, los campos de batalla son diversos y las victorias no solo implican conquista de territorio­s o derrotas armadas, ahora va por delante la vulneració­n de los sistemas de seguridad e informació­n. La gravedad del ataque obliga a explicar que en términos militares la informació­n sustraída implica todo “dato, relacionad­o con algún dicho, hecho, documento, fenómeno, persona o situación en general que ha sido evaluado o analizado y que tiene interés potencial como materia prima para producir inteligenc­ia”.

En las siguientes semanas y meses el Estado Mayor de la Defensa Nacional (EMDN) podría verse sacudido por una serie de revelacion­es que expondrán sus métodos de trabajo, sus fuentes de informació­n abiertas y cerradas, su mentalidad castrense que ve las situacione­s en blanco y negro, amigo o enemigo, a favor o en contra. La sección segunda conocida como S-2, inteligenc­ia militar, del EMDN, quedará desnuda.

Y la sociedad conocerá qué tan efectivo es el Ejército frente a la crisis de seguridad interior que vulnera la seguridad del Estado.

Golpe a la S-2 (inteligenc­ia militar)

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ARCHIVO CUARTOSCUR­O La seguridad del Presidente es reforzada al supervisar el Tren Maya

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