En la definición de la identidad y misión
de la Universidad Católica, el papa Juan Pablo II, en la Ex corde Ecclesiae, indica el objetivo de tutelar y hacer emerger la dignidad humana: “La Universidad Católica, en cuanto universidad, es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales” (Ex Corde Ecclesiae 12).
También el papa Francisco destaca la misión de la universidad de promover una vida humana plena y auténtica. A la delegación de la “University of Notre Dame” con motivo de la inauguración de su centro universitario en Roma, el Pontífice le recuerda la dimensión de “discipulado misionero” de las universidades católicas que, por su propia naturaleza, se empeñan en mostrar la armonía entre la fe y la razón y a poner en evidencia la importancia del mensaje cristiano para una vida humana vivida en plenitud y autenticidad”. Así también a los estudiantes y académicos
de la Universidad de Bolonia (1-10-2017), el papa Francisco les recuerda la misión de la universidad de defender los derechos de las personas, especialmente de los más débiles: “La universidad fue fundada aquí para el estudio del derecho, para la búsqueda de lo que defiende a las personas, regula la vida en común y protege de la lógica del más fuerte, de la violencia y la arbitrariedad. Es un reto actual: afirmar los derechos de las personas y los pueblos, de los más débiles, de los descartados y de la creación, nuestra casa común”. La encíclica Fratelli Tutti, compendio de la doctrina social del papa Francisco, defiende “la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana” (n. 22). “Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos” (n. 118). Resuena en particular el llamamiento al respeto de los derechos de los emigrantes (n. 40), de los más débiles, de la mujer porque “es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer” (n. 121). La defensa del respeto de los derechos sigue siendo válida el papel de las Naciones Unidas cuya Carta “es un punto de referencia obligatorio de justicia y un cauce de paz” (n. 257). Por lo tanto, “es necesario evitar que esta organización sea deslegitimizada” (n. 173).