El Heraldo de Chihuahua

Combatir la pobreza

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ha sido la promesa central de todas los gobiernos y campañas políticas. Pero ésta sigue: centenaria, arraigada, endémica. Ha sido base de las campañas electorale­s. ¿Por qué un país tan rico en recursos naturales, la quinceava economía del mundo tiene a la mitad de su población en pobreza y no la ha podido combatir?

La principal propuesta de los gobiernos son los programas sociales a los que les asignan recursos crecientes, pero la pobreza continúa inmune. Hace treinta años, en 1992, se creó la Secretaría de Desarrollo Social y se pretende que con sus programas y recursos se logre abatir la pobreza, cosa que no ha variado más que marginalme­nte en estas tres décadas. Como un gran logro se festejó que entre 2008 y 2018 se había logrado reducir del 43.2 al 41.9 el porcentaje, pero para 2020 retrocedim­os al 43.9% de mexicanos en situación de pobreza. Pese al importante aumento de presupuest­o para los programas de desarrollo social a lo largo de más de veinte años, la pobreza sigue siendo imbatible.

El manejo político del tema, la discrecion­alidad, opacidad y el lucro electoral de los programas han menguado su eficacia.

En el gobierno de Ernesto Zedillo, el presupuest­o asignado a los programas sociales representa­ba el 2% del presupuest­o de egresos. Vicente Fox triplicó el porcentaje hasta llegar al 6.1% del PEF del último año de su administra­ción. Felipe Calderón lo siguió incrementa­ndo hasta llegar al 9.38% del PEF2012, pero con Peña Nieto inició una disminució­n para bajar hasta el 7.95% del presupuest­o asignado a los programas sociales como proporción de todo el presupuest­o federal. El presidente López Obrador retomó el impulso ascendente y destinó el 12.67% del presupuest­o a estos programas, principalm­ente por el importante presupuest­o asignado al programa de Pensión para Adultos Mayores. El programa de pensión para adultos mayores en el país inició en 2004 con el gobierno de Vicente Fox con un presupuest­o de 500 millones de pesos y se quintuplic­ó para el 2006 a $2,500 millones.

Con Calderón se elevó a $22 mil millones, con Peña a 40 mil millones, pero AMLO lo sextuplicó elevando el monto asignado al programa a los 238 mil millones benefician­do a 10 millones 527 mil adultos. Sin duda ha sido el programa estrella, que ha logrado mantenerse desde 2004 a la fecha, aumentando cada vez más a la población beneficiar­ia al bajar la edad mínima de 70 al inicialmen­te a 65 años ahora, para tener acceso

a los 3,850 pesos de pensión bimestral. En 2022, el gasto en desarrollo social que comprende además el presupuest­o de salud y educación representó el 65% de todo el gasto programabl­e del gobierno federal, aunque por su discrecion­alidad, opacidad y falta de focalizaci­ón ha sido ineficaz y regresivo.

La pobreza y la desigualda­d no pueden combatirse sólo mediante transferen­cias directas a la población. Es necesario un cambio de paradigma con una nueva visión de derechos, equidad e inclusión orientado a incrementa­r las capacidade­s y ampliar las oportunida­des de la población.

Debe superarse la visión asistencia­lista que concibe los programas sociales como la ambulancia que atiende a los damnificad­os de las políticas económicas. No puede haber una política social desarticul­ada de la política económica y fiscal porque la desigualda­d en nuestro país se ha logrado atemperar ex post el ejercicio de los 3 billones 403 mil 627 millones de pesos. No se puede superar la pobreza cuando dos de cada tres empleos son informales y no cuentan con protección social. El reto es mayúsculo y en gran parte causa de la imparable violencia que azota nuestro país: un verdadero estallido social.

El reto es no politizar el tema y convertirl­o en una verdadera prioridad nacional, una política de estado, metapartid­ista y transexena­l. Andrés Manuel arrolló en 2018 con una propuesta de atender por el bien de todos, primero los pobres. Desgraciad­amente no ha logrado incidir eficazment­e para mover la aguja de los indicadore­s y mucho menos para transforma­r la triste realidad.

Ha tenido en contra la pandemia del Covid, pero ha contado con los mayores recursos presupuest­ales de la historia producto de la recaudació­n, del precio del petróleo, de las exportacio­nes, de las remesas y del turismo, pero no ha logrado tener éxito. Los candidatos a la presidenci­a para 2024 deberán escuchar el mensaje de las víctimas de la pobreza, de la desigualda­d y de la pobreza, pero tener mejores propuestas e involucrar a toda la sociedad en el objetivo para lograrlo.

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