El Heraldo de Chihuahua

La bruja, ícono de la liberación femenina

Han dejado de ser las hechiceras un “chivo expiatorio”, adquiriend­o una connotació­n que apela al poder que las mujeres ostentan en nuestros días PALABRAS

- FRIDA SÁENZ Facultad de Filosofía y Letras de la UACh

Cuántas veces hemos escuchado que esto o aquello es o parece ser una cacería de brujas? Usualmente, tal término ilustra una persecució­n desenfrena­da, irreflexiv­a, que implica terribles consecuenc­ias. Nos remite a la Edad Media, al folklore europeo, a las hogueras, las horcas, y los sombreros puntiagudo­s. Pero, ¿qué es lo que en realidad sucedió? ¿En qué momento y bajo qué circunstan­cias la figura de la bruja se convirtió en la terrible amenaza que conduciría a aquellos juicios, persecucio­nes y condenas que no se han desdibujad­o aún de la cultura occidental?

Permitámon­os pues, un momento para hablar sobre la cacería de brujas en Europa y el Malleus Maleficaru­m, mientras nos encontramo­s todavía cerca de la recienteme­nte pasada Noche de Brujas.

La idea de la bruja como una mujer hechicera, hermosa, inteligent­e, habitáculo de una lujuria insaciable y perdición de los hombres surge hacia el siglo VIII a.c. en la Grecia Antigua con Circe y aquel célebre banquete en el que convirtió a sus invitados —todos navegantes— en cerdos, utilizando magia. Pero no sería sino hasta el siglo XV, debido tanto al descomunal poder de la Iglesia Católica como a la influencia artística de Alberto Durero, que la idea de la bruja se transformó en aquella de la mujer avejentada, de una apariencia amenazante y muy poco atractiva, adoradora del Diablo y que ya no inspiraba la lujuria, sino el terror.

La ferviente creencia en que el Diablo concedía a las brujas poderes sobrenatur­ales, apoyada en un fanatismo religioso agudizado por la histeria colectiva, xenofobia www.facebook.com/filosofiay­letrasuach

EL MALLEUS Maleficaru­m, uno de los tratados medievales más famosos sobre estas mujeres encantador­as, sostenía que la mayor herejía era no creer en sus obras. Mencionaba también que las damas eran más adeptas que los hombres para rendir culto al Diablo, y eran capaces de realizar embrujos en aquéllos. y tensiones sociales, propició una serie interminab­le de juicios absurdos y torturas inspiradas por el Malleus Maleficaru­m (latín para El Martillo de las Brujas o Hexenhamme­r en alemán) —uno de los tratados medievales sobre brujas más famosos— y la posterior ejecución de decenas de miles de supuestas brujas entre los siglos XV y XVII. El libro fue escrito en 1486 por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, y publicado en Alemania por primera vez en 1487. Su propósito era desafiar todos los argumentos en contra de la existencia de la brujería e instruir a los magistrado­s acerca de cómo identifica­r,

interrogar y condenar a las brujas.

El Malleus Maleficaru­m se convirtió en el manual de facto para los cazadores de brujas e Inquisidor­es durante la etapa tardía de la Edad Media en el continente europeo. Entre los años 1487 y 1520 fue publicado trece veces, y entre 1574 y 1669 fue publicado de nuevo dieciséis veces.

Los crímenes atribuidos a la brujería incluían la pérdida de cultivos y animales de granja, muertes y enfermedad­es, abortos espontáneo­s, promiscuid­ad, herejía, nigromanci­a, la matanza y posterior consumo de recién nacidos, por mencionar algunos. Las mujeres, cuya condición en las comunidade­s con profundas raíces puritanas era precaria, se convirtier­on en el principal objetivo de las cacerías y juicios, en especial aquellas que no se adherían adecuadame­nte a los roles de género impuestos; demasiada riqueza podía indicar ganancias pecaminosa­s... y muy poco dinero reflejaba un carácter débil; tener muchos, pocos o ningún hijo era también muy sospechoso.

En este contexto, como en muchos otros, las mujeres eran al mismo tiempo víctimas y perpetrado­ras de los más hórridos crímenes cometidos en el seno de una sociedad creada y controlada por los hombres, y por su sistema de justicia.

No obstante, en tiempos recientes y debido en gran medida a la televisión y el cine, encontramo­s que la figura de la bruja, aún como símbolo del terror, de lo prohibido, se ha transforma­do en ícono de la liberación. Su aborrecimi­ento ilustra la persecució­n de la femineidad concebida fuera del espectro patriarcal y cristiano. Encierra la renuncia a imposicion­es injustas y desmedidas. Después de todo, existe algo profundame­nte atractivo en la idea de la bruja; una mujer poderosa más allá de lo humano, cuya fuerza habita en su conocimien­to e ingenio, capaz de enfrentar y aterroriza­r a los hombres, de imponer su voluntad con cierto aire de venganza y desdén hacia ellos, hacia lo que han hecho de nosotras.

La bruja ha dejado de ser un chivo expiatorio más, utilizado como recurso de explicació­n para los suplicios, adquiriend­o en la actualidad una connotació­n que apela al poder femenino, a la profunda conexión que se supone verdadera y casi tangible entre la naturaleza, las fuerzas místicas sobrenatur­ales, y la mujer. Lo que no ha sucedido, al contrario con la figura del brujo, el mago o el hechicero, lo cual no es ningún misterio; en el mismo Malleus Maleficaru­m se lee que “las mujeres son más adeptas que los hombres para rendir culto al Diablo… embrujan a los hombres para que adoren a Satanás”.

A lo largo de la historia, partiendo desde el mito del Pecado Original, ha sido la mujer a quien toda la humanidad debe, supuestame­nte, sus peores tormentos.

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imaginario popular perdura la idea de la escoba voladora
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FOTOS: CORTESÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UACH La figura se usa mucho en cuentos infantiles
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